El ABC de la unión latinoamericana

Hace 65 años, el entonces presidente Perón inició un proyecto que habría de vincular a Argentina, Brasil y Chile (ABC) por una Unión Económica regional. Mucho antes que la Confederación Europea, Juan Domingo Perón expresó su intención de unir las tres economías más australes de Sudamérica para potenciarse mutuamente.

Si bien no se trata de la primera unión comercial de la historia, en esta clase de uniones puede encontrarse (básicamente) el proto-origen del capitalismo, sí podemos afirmar que fue la primera firme intención americana de hacerse fuerte independientemente de las potencias europeas. Como siempre remarco en este espacio, la bandera de la Independencia Económica se refuerza con este tratado.

El 20 de diciembre de 1951, Perón había afirmado al diario Democracia que “la Argentina sola, no tiene unidad económica. Brasil solo, tampoco. Chile solo, tampoco la tiene. Pero estos tres países unidos conforman quizá la unidad económica más extraordinaria del mundo entero”.

Perón quería abaratar los costos del hierro, carbón y estaño que producía Chile para incentivar la industria nacional sustitutiva de importaciones de bienes de consumo y, sobre todo, de capital. El 21 de febrero de 1953 visitó Chile y le entregó a su par trasandino un collar de la orden del Libertador San Martín junto a una réplica de su espada. El presidente Ibáñez le retribuyó con la espada de O’Higgins. Medio millón de ciudadanos chilenos vitorearon la unión y, ese mismo día, se firmó el Acta de Santiago de Chile. Primer paso hacia la alianza ABC.

El tratado finalmente no se cerró por falta de apoyo de Brasil. El presidente Vargas se habría disculpado con Perón por carta, aduciendo falta de poder político para sostener tal alianza. La  fuerte oligarquía brasilera no quiso perder su relación directamente vincular con el poder económico estadounidense y, así, se dio por finalizado el proyecto.

La Independencia Económica es una bandera difícil de sostener en un mundo fuertemente globalizado en el que la política económica es determinada en muchos aspectos por los intereses capitalistas del empresariado más fuerte e internacional. La banca estadounidense, al igual que la británica no son árbitros neutrales en este sentido. Por eso, cuando un proyecto político se encamina a desligarse de los intereses extranjeros, fortaleciendo la moneda local, el pueblo entero ha de apoyarlo inagotablemente.

Porque en la otra vereda están los socios del capital, aquellos que se preocupan por pagar con deuda dolarizada el déficit, manteniendo el espiral de préstamos que nos ata inexorablemente al subdesarrollo programado.