Renunciamiento de Eva Perón

“Quiero comunicar al pueblo argentino mi decisión irrevocable y definitiva de renunciar al honor con que los trabajadores y el pueblo de mi patria quisieron honrarme en el histórico Cabildo Abierto del 22 de agosto.”

Con esa frase, Evita inició un comunicado radial (el 31 de agosto de 1951) en el que agradecía profundamente el pedido de los argentinos de forjarse ella como un férreo eslabón de lucha en su candidatura a vicepresidenta de la Nación. El 22 de agosto, la CGT había convocado a una movilización homenajeando a Evita y solicitándole su candidatura. La fórmula Perón-Perón (Juan Domingo – Eva Duarte) era la más esperada por los trabajadores.

En aquella misma tarde, Evita habló de la importancia de Perón para la alegría del pueblo de la nación. Un pueblo que se hizo soberano con él, que dejó atrás la esclavitud y que convirtió a mujeres, niños, ancianos y trabajadores en los sujetos preponderantes para una nación que conoció con él la justicia social.

Sin embargo, reconoció que la oligarquía y los vendepatria no habían sido derrotados. Ellos son los que impusieron (e imponen) un modo mediocre de observar la realidad social, un modo que atenta contra el pueblo y la libertad.

Los mediocres son los que aseguraron que Evita era egoísta y ambiciosa. Si ella hubiese aceptado el honor de la magistratura, habría dado en la tecla para alimentar las maniobras más despreciables de aquellos que quieren el futuro de la nación en manos ajenas.

En la emisión radial, siguió por el mismo camino, dejando en claro sus verdaderos intereses personales para con el 

“Yo no quiero que mañana un trabajador de mi patria se quede sin argumentos cuando los resentidos, los mediocres que no me comprendieron ni me comprenden, creyendo que todo lo que hago es por intereses mezquinos…, se los reproche”

Evita estuvo siempre junto al pueblo, desde la humildad y la coherencia. Luchó por la igualdad de todos y por una sociedad más justa. Rechazó los honores en favor de su reconocimiento como la mujer de Perón, lo que la convirtió en la “jefa espiritual de la nación”. Una mujer que supo acompañar al presidente, llevándole las esperanzas de su pueblo.

Una mujer que el pueblo llamó y aún llama, cariñosamente, Evita