En el país del tango y la pasión, donde la política es un espectáculo en sí mismo, las elecciones
presidenciales de Argentina tomaron un giro que pocos podrían haber imaginado.
En medio de un escenario de incertidumbre y desencanto, dominado por peleas políticas que
responden a la lucha de egos de muchos referentes y no a las necesidades que tiene el pueblo,
emergió una figura-candidato que parece haber salido de una ficción o cómic “rocambolesca” -
no lo digo como ofensa o deslegitimación - al contrario , adoptó este “papel ficcionado” con
suma inteligencia y rigor táctico para introducirse vertiginosamente en cada hogar y rincón del
país, a través de una pantalla de celular, tablet o “video viral” de WhatsApp. (Otra virtud del
personaje)
Un candidato que desafió todos los pronósticos, proyecciones, análisis y hasta conjeturas y se
transformó más que en una sensación , en una realidad “abrumadora” , no de representación
(esto aún está por verse) sino de “atracción”.
Hoy con el resultado puesto, podemos afirmar que el pronóstico de Cristina Kirchner se cumplió a raja tabla. “Lo que importa es, más que el techo, el piso, para entrar al balotaje. Van a ser unas elecciones atípicas, de tercios”. Olfato, sensibilidad y capacidad de lectura que nunca se pierde.
La propuesta liberal de extrema derecha logró traccionar y atraer al 30% de un electorado que
busca, más que respuestas a sus inquietudes y necesidades de representación, canalizar
broncas, desencantos, frustraciones en un escenario político de extrema complejidad. Y aunque suene duro, resquebrajado por una crisis de representación real...