A cinco años de la partida de Diego Armando Maradona, su voz sigue resonando en cada potrero, en cada club de barrio y en cada corazón futbolero. “Que la pelota no se manche” no fue solo una frase para defender al fútbol: fue un mensaje profundo sobre nuestra identidad colectiva, sobre aquello que nos hace sentir parte de un mismo sueño.
Hoy, más que nunca, ante tanto ataque político y mediático, vale la pena recuperar el sentido real de esas palabras. No para señalar a nadie en particular, sino para recordar qué está en juego cuando se habla de “la pelota” que tan bien cuidó Diego en Argentina y el mundo.
Porque el fútbol, la pelota aquí en Argentina, no es un espectáculo, es mucho más.
Es cultura popular. Es historia compartida. Es pueblo organizado. Es barrio, familia y trabajo.
En cada potrero nace una esperanza. En cada club de barrio hay una comunidad que se sostiene, que educa, que contiene. El fútbol construye pertenencia, rescata pibes y pibas del abandono, enseña valores y mantiene vivas nuestras raíces.
El fútbol argentino es un imán global, un símbolo de pasión auténtica. Es un patrimonio emocional y cultural que no puede mancharse, porque mancharlo es manchar nuestra identidad. Es desconocer el valor que tiene cada cancha, cada merendero sostenido por un club, cada logro que convierte la ilusión de un chico con un proyecto de vida.
Por eso, frente a cualquier crisis o disputa, debemos recordar algo esencial: Ir contra el fútbol es ir contra el pueblo. Es desconocer el corazón de nuestras comunidades, la historia que nos une, el orgullo y la fuerza que sale de abajo, donde siempre empieza todo.
Que la pasión no se manche. Que no se manchen nuestras raíces. Que no se manche la pelota. Porque el fútbol, la pelota, como el pueblo, siempre merece ser defendido.




