Las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 han quedado marcadas en la Historia (no sólo Argentina) como una crisis de representación y gobernabilidad. El Estado mismo entró en crisis económica, política y social tras largos años de políticas neo-liberales (frenadas brevemente por el interregno radical de Alfonsín).
Los representantes del pueblo, aquellos que gestionan el Estado en nombre de sus representados, habían logrado acabar con todos los aspectos nacionales del país. Habían vendido las empresas nacionales, habían destruido la industria y privatizado los ahorros previsionales. Ya no tenían qué vender para conseguir los dólares que financiaban la constancia del 1 a 1 (un peso un dólar).
Aquel triste diciembre de hace 16 años inició el 2 de diciembre, cuando Cavallo anunció el “corralito” que impedía al pueblo el acceso a su sueldo. Fue el último manotazo de ahogado neoliberal para intentar mantenerse a flote en un barco que se hundía. Ni el FMI, socios durante tantos años, le envió un salvavidas.
Fue entonces que el pueblo, a lo largo y ancho del país, inició lo que en el mundo se conoció como “Argentinazo”. Politólogos de fama mundial analizaron el “Qué se vayan todos” como una crisis de representatividad que implicó una reestructuración del pacto democrático. Ya la democracia no sería el gobierno de los representantes, sino el gobierno del pueblo A TRAVÉS de sus representantes.
Hacia fines de diciembre, la agenda represiva se endureció. A medida que la gente indignada tomaba las calles en señales de protesta, el gobierno subía la apuesta represiva. El 19 de diciembre, el entonces presidente De La Rúa declaró el “Estado de Sitio”. El pueblo hizo sentir su descontento. Haciendo caso omiso del importante operativo policial que buscaba atacar a su propio pueblo, cientos de miles de personas se movilizaron. El saldo en la movilización más ingente (la de Plaza de Mayo) fue de 36 muertos, con más de 200 heridos.
A partir de la madrugada del 20 de diciembre de 2001, la Plaza de Mayo se fue llenando de gente con sus cacerolas que cantaba al gobierno “qué se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Las piedras contra la casa de gobierno, así como los saqueos a los comercios fueron la nota que destacaron los medios. El presidente De La Rúa siguió el camino de su Ministro de Economía Cavallo y renunció a las 19hs. Su huida en helicóptero recorrió el mundo entero.
Hoy, a 16 años del Argentinazo, no podemos no ponderar la acción espontánea de los argentinos y las argentinas que pusieron un freno al avance represivo y neoliberal. Sin embargo, no podemos hacer más que recordar con dolor una jornada triste de nuestra historia que está aún latente en el imaginario popular.