¿Qué se vota en las próximas elecciones?

Este octubre, el pueblo argentino recurrirá nuevamente a las urnas para estampar su potestad soberana sobre el futuro de la patria. No se tratará solo de una renovación en las bancas de la Cámara de Diputados (la mitad) de la Nación, tampoco revestirá mayor importancia la renovación de un tercio del Senado nacional. Lo que una vez más se pone en juego es el modelo de país que el pueblo quiere imponerle a su propio designio.

Una vez más, es importante recordar que el renovado modelo neoliberal que se implementa hoy en día en el país responde a intereses internacionales e impersonales. Se impone una lógica de mercado-empresarial que razona en términos de rédito comercial. En este sentido, los sueldos a empleados públicos (docentes, médicos) redundan en gastos impropios de una empresa que busca solamente la ganancia, intentando resolver en negativo la columna del “debe”.

El Estado debe garantizar derechos, no ordenar números

Pero este modo de entender al Estado es impropio de una democracia bien entendida, donde el sujeto principal es el pueblo en su conjunto. El Estado está para garantizar derechos, no sólo para imponer el orden (tanto en las fuerzas policíacas como en los números de la caja). Sostener un Estado que vea en los subsidios a los pequeños empresarios y emprendimientos un gasto, cuando en realidad lo que se lograría es beneficiar a todo el pueblo (más empleo, mejores salarios, etc.) es pretender manejar al pueblo como si no se tratase de personas (familias compuestas de niños, jóvenes, adultos y ancianos) sino de elementos contables.

Por eso, una vez más, debemos pensar qué país queremos. Hay un modelo que se preocupa por propiciar empleo para todos y todas, que proponga una ciudadanía amplia y provechosa; que proponga una mejor calidad de vida para un mayor número de personas y que amplíe los derechos para todos por igual. Ese modelo va a competir en las urnas con el otro, el de los empresarios, el que cuenta con apoyo neoliberal de financistas nacionales e internacionales que no ven en Argentina a un pueblo sino a un negocio.

Este octubre el pueblo argentino recurrirá nuevamente a las urnas para estampar su potestad soberana sobre el futuro de la patria.

Este octubre, antes de votar, pensemos qué país queremos.

Un Estado ausente

Como escribí días atrás, en nuestro país conviven dos proyectos; uno de los cuales propone un Estado presente, activo, preocupado por su pueblo soberano. En ese modelo, el Estado y el pueblo son uno en sintonía, bregan por lo mismo, apuntan a las mismas metas: comparten el respeto por la cultura del trabajo.

En el otro modelo de país, el Estado funciona como intermediario entre particulares (el pueblo segregado en individuos, por un lado, y los dueños del poder y los negocios, por el otro). Quienes defienden este proyecto de país sostienen que se basan en un modelo meritocrático, en el que todos pueden de igual manera acceder a mejores posiciones sociales si así lo desean. El Estado, entonces, es un estorbo que se interpone entre los deseos de ascenso social y las posibilidades de la gente.

Muchas de las medidas que ha tomado el gobierno nacional desde que asumió en el 2015 tienen que ver con este modelo de Estado pequeño. Se quitaron los subsidios a las tarifas y los transportes porque el Estado no debe interceder entre los particulares (usuarios) y los particulares (empresas prestadoras de servicios): lo que no se dice, es que el dinero de los subsidios fluía del pueblo mismo que pagaba los impuestos (es decir, algo muy similar al modelo nórdico tan elogiado últimamente).

Otro ejemplo fue el que llevó a este gobierno a quitar las pensiones para discapacitados. Severas declaraciones aseveraron (en un país donde el desempleo crece a destajo) que un joven con síndrome de down debería poder conseguir trabajo si así lo deseara. Epítome de la meritocracia. Tras el descargo mediático y popular, el gobierno echó marcha atrás.

Así lo hizo también después de avalar la decisión de los jueces de reducir a la mitad las condenas por delitos de lesa humanidad. En principio, quienes dirigen los designios del Estado nacional hoy en día, creen que el Estado no debe interceder en lo más mínimo. Por eso decretan no pagar subsidios, dejan a la “justicia” tomar medidas en contra de nuestra identidad nacional, o quitan las pensiones a los discapacitados.

La última noticia que rompió en las redes sociales fue la del proyecto de la diputada nacional Paula Urroz quien pretendía terminar con la obligatoriedad de las vacunas. No sería raro que el tema se asiente en la agenda hasta lograr que se evalúe seriamente: nuevamente se estaría poniendo al Estado a un costado, dejando que los individuos decidan (según su nivel adquisitivo) implementar o no las vacunas. No es un tema menor: la vacunación (así como el acceso al agua potable) han aumentado el promedio de vida de la población de nuestro país de 60 a 75 años desde 1950. Este es un tema que compete al Ministerio de Salud, así como a la Organización Mundial de la Salud (y a tantas otras instituciones similares), y que ha logrado eliminar casi por completo la viruela, la poliomielitis, el sarampión y la hepatitis A, entre tantas otras. El caso del sarampión es un buen ejemplo: en Argentina no muere nadie de sarampión desde 1998, mientas que por su causa sucumben 400 personas al año en el mundo.

Ante el proyecto de quitar la obligatoriedad a las vacunas, resurge la pregunta sobre el rol del Estado en nuestra sociedad.

Un Estado ausente es un peligro, pero aún más peligroso es creer que los individuos, seres individuales que no pertenecen a grupos sociales, no precisan nada más que una buena actitud positiva para progresar. El Estado moderno no se edificó por la suma voluntad de sus partes, sino por proyectos que dieron entidad a las instituciones que proponen mejores condiciones para el pueblo. Ese pueblo que precisó un Estado presente, para poder progresar e imponer su voluntad de crecimiento.

¿Por qué nos unimos en la Ciudad?

Sabemos que el PJ, en la Ciudad de Buenos Aires, es mucho más resistido que en otras partes del país. Son diferentes realidades. Históricamente, “Capital Federal” ha sido el refugio del conservadurismo y los liberales más extremos. Esto no es novedad. Por eso, el frente electoral de Unidad Porteña busca recuperar cierto protagonismo en la ciudad de Buenos Aires. Darle voz a los que no la tienen; apoyar desde el Parlamento a los trabajadores, quienes han sido desahuciados por este gobierno que aumenta los despidos y la deuda a razón de la suba de inflación y los impuestos.

Unidad Porteña está conformada por distintas posturas dentro del justicialismo de la ciudad (el Partido Justicialista, Nuevo Encuentro, La Cámpora y Descamisados, entre otros espacios) que se han unido para combatir el ajuste. Ese ajuste que no iba a llegar, según se debatía ante las cámaras del Debate Presidencial hace poco más de 600 días. No hemos llegado a los dos años, y el ajuste no sólo llegó, sino que arrasó con la dignidad de los trabajadores y trabajadoras de todo el país.

A veces duele señalar lo obvio: el debate presidencial fue un duro golpe a la sociedad. Los que apoyamos siempre el debate de ideas vimos en aquella instancia un buen formato para ofrecerle a la sociedad un panorama de lo que podía venir según su elección en las urnas. La realidad nos asestó un buen golpe: ese “round” mediático solo sirvió para llenar de mentiras a los ciudadanos, quienes votaron a un presidente que prometía mantener todo lo mejor, y mejorarlo aún más. Fue un duro golpe de realidad para buena parte de los argentinos y argentinas, un golpe del que aún no se levantan.

El ajuste arrasó con la dignidad de los trabajadores del país

La “terapia del shock”, dicen, propone un tratamiento a través de descargas fuertes al cerebro que terminan por desanimar al paciente. Argentina es, hoy, un cúmulo de pacientes que no despiertan del shock. Acuciados por las deudas, el pago de las tarifas, las labores en negro para subsistir y la búsqueda de soluciones a sus problemas económicos de todo rango, han dejado placeres de lado para sostener una casa de familia que precisa cada vez más dinero para alcanzar el fin de mes.

En muchos hogares se han tenido que sacrificar los estudios. Demasiadas Universidades, quizás, ahora que ya nadie puede darse el tiempo de estudiar (o el lujo, ya que deben trabajar cada vez más quienes acceden a él). Por eso, el proyecto de Unidad Porteña involucra a las Universidades. Queremos un pueblo soberano, un pueblo de hombres y mujeres que estudian y promueven la cultura nacional. Que impulsan nuevos modos y sistemas para hacer del nuestro un país donde la cultura esté siempre en el plano principal.

Alguna vez, la Argentina fue así. Cuando aún era joven y los inmigrantes “cocolicheaban” nuestro idioma, el proyecto de país buscó instigar al pueblo a volverse soberano. En aquel entonces se construyeron las grandes “escuelas-palacio” que aún sobreviven y contrastan con las “escuelas-container” que propone el nuevo modelo de ciudad desde hace 12 años.

Queremos un pueblo soberano, un pueblo de hombres y mujeres que estudian y promueven la cultura nacional.

Como ayer, hoy la Ciudad de Buenos Aires debe ocupar el lugar que se merece. Una ciudad en la que sus ciudadanos puedan estudiar, formarse, perfeccionarse como se merecen. Para ello, debemos empezar a pensar en todos y para todos, en la unidad de todos los porteños por el mismo fin. Es nuestro deber, como ciudadanos, llevar al Parlamento a quienes puedan decidir lo mejor para todos, no sólo para unos pocos. Para eso está Unidad Porteña.

Dos proyectos de país

Hoy en Argentina conviven dos proyectos políticos. Conviven, sí, porque uno de los proyectos se erigió como gobierno al ganar las últimas elecciones por un margen ínfimo de diferencia. Ambos proyectos conviven e intentan limitarse mutuamente.

Entre estos dos proyectos de país elegirá el pueblo en octubre

Uno intenta maximizar la ganancia del empresariado, entiende al salario como un costo y, por lo tanto, intenta reducirlo. Este proyecto ve al trabajo únicamente como un eslabón de la cadena de producción, no entiende al trabajador como sujeto de derecho sino como una parte accesoria, dispensable, en esa cadena. Un proyecto que intenta “regresar al mundo”, entendido éste como una división internacional del trabajo donde Argentina siempre va a ser dependiente de los intereses extranjeros, donde Estados Unidos e Inglaterra (como en buena parte de nuestra historia) deciden sobre nuestra economía y nuestro futuro. El proyecto que se impuso en las últimas elecciones supone al Estado como un mero órgano administrativo que no debe interceder en cuestiones sociales, como las pensiones a discapacitados o las condiciones de vida de los ciudadanos.

El otro proyecto, el de la oposición, propone hoy realizar un frente, unir a los ciudadanos, a los trabajadores y trabajadoras de Argentina. Este proyecto se preocupa por lo que les pasa, por las dificultades que tienen para afrontar sus gastos desde que las tarifas de gas, de luz y agua subieron de forma excesiva. Es un proyecto que entiende la importancia del Metrobus, pero que le preocupa que no se arreglen los problemas de las escuelas y hospitales públicos. Un proyecto que quiere que en las mesas de familia se vuelva a discutir a dónde salir el fin de semana, qué película ver al cine o dónde ir de vacaciones. Estos temas han sido suplantados por problemas acuciantes: la inflación que sube exponencialmente los precios en el supermercado, las dificultades para llegar a fin de mes y afrontar las subas en servicios, el salario que no alcanza porque no aumentó al ritmo del costo de vida. Porque para este otro proyecto de país el trabajo es dignidad, es el camino hacia mejores condiciones de vida y debe ser retribuido con un salario justo.

Son estos dos proyectos claros de país lo que se va a poner en plebiscito en octubre de parte de la gente. En la Ciudad de Buenos Aires, amplios sectores del peronismo y otras fuerzas se han unido para confluir en Unidad Porteña. Con el frente firmamos un compromiso de propuesta: qué se necesita en el ámbito nacional, así como en la Ciudad. El tema central es el salario, el trabajo, que no se pierda la capacidad de consumo de los trabajadores. Necesitamos parlamentarios que defiendan los derechos de los trabajadores, porque parece que hoy el gobierno plantea que es la culpa del trabajador que no lleguen las inversiones.

Queremos un país donde el trabajador sea el eje central del proyecto de nación.

La política siempre debe ser la búsqueda de consenso, para eso está Unidad Porteña, y para eso el compromiso en cuestiones claves que nos permiten conformar un proyecto en común. Las diferencias se dirimirán en las PASO, porque nos interesa escuchar a la gente y que nos escuchen. Por eso, en octubre, será el pueblo soberano quien decida qué proyecto de país quiere considerar para nuestra patria.

Cuando “la grieta” bombardeó al pueblo

Mucho se habla, se ha hablado (y seguramente se hablará), de “la grieta”. Esa división entre los argentinos que, condenados a un ordenamiento binario de la realidad, se enfrentan constantemente entre dos visiones posibles de lo que es o debe ser nuestro país. No se discuten rasgos de argentinidad, aquí no es la idiosincrasia lo que está en juego, sino más bien un modelo de país. Una forma de entender qué es lo mejor para el común de los argentinos.

Estas dos miradas, supuestamente, deberían confluir en un mismo y destacable objetivo en común. El problema es que la absurda lógica binaria está asentada sobre una mirada excluyente de cómo debe ser la nación. Esta mirada, instaurada por Sarmiento en nuestro país se simboliza en la idea de “Civilización o Barbarie”. En esta lógica siempre un modelo excluye al otro, necesariamente. No hay lugar para las concesiones o la unidad, puesto que sólo podrá sobrevivir la verdadera imagen de patria cuando el impostor es recluido, expulsado, negado.

Para Sarmiento, se debía eliminar el elemento autóctono de nuestro territorio para dar lugar a la llegada de agentes civilizatorios que contribuyeran al progreso de una Argentina cuyas ínfulas la asimilaban a las grandes civilizaciones de la historia. Finalmente, como es sabido, el agente inmigrante otorgó su cuota en la concreción de una identidad argentina, mediada por un Estado muy presente que buscó su integración en el proyecto nacional.

Pasaría entonces medio siglo en el cual la clase obrera se resignificaría. Pasaría a ser un sujeto de derecho total. Las grandes victorias de los trabajadores durante el gobierno de Perón son sumamente conocidas, así como los estandartes instalados por el peronismo: la soberanía política, la justicia social y la independencia económica. Probablemente fue la intransigencia con la que se defendió estas banderas lo que provocó el fortalecimiento de aquellos que buscaban negociar con las potencias extranjeras.

A mediados del siglo XX, así como hoy, existió y existe gente que pretende favorecer ante todo sus intereses particulares sobre los de las mayorías. Aquellos defienden un “modelo de país” que nos vuelve a insertar en una división internacional del trabajo en la que siempre somos subalternos, dependientes de naciones extranjeras, el “granero” de fama internacional. El gobierno de Perón, con sus instituciones estatales (el IAPI, sobre todo) regulaba el comercio extranjero y la injerencia de estas potencias en nuestro país. Esto limitaba las negociaciones que ciertos empresarios (como Bunge & Born, por caso) podían realizar en su provecho.

Un 16 de junio de 1955, hace 62 años, los empresarios aliados a sectores del ejército (Fuerza Aérea y Armada Naval), con apoyo de la Iglesia Católica (otrora aliada al peronismo), forjaron una alianza con la intención de realizar un golpe cívico-militar: querían deponer al presidente electo por los argentinos bajo el argumento falaz de que Perón se había vuelto un tirano. Como pasa siempre que un sector interesado en sus negociados necesita el apoyo popular: miente para conseguir que algunos los sigan. Miente diciendo que el pueblo podría estar mejor, que podrían traer objetos de mayor calidad desde el extranjero, que podrían incrementar las victorias sociales de los últimos años. Los panfletos con todo tipo de promesas circulaban en las calles construyendo ese odio hacia “el otro” necesario para romper con un principio preponderante en el peronismo: “la patria ES el otro”.

Nadie imaginaba, igualmente, que la oposición al presidente sería tan fuerte como para ocasionar el horror que se dio aquel mediodía en Plaza de Mayo; una de las acciones más oprobiosas de nuestra historia, sin antecedentes en la historia de América Latina.

Ese día se realizaría un desfile aéreo por los destrozos incurridos en la Catedral pocos días antes. A Perón le habían informado que el desfile podía derivar en ataque, y el presidente se resguardó en el Ministerio de Guerra, cruzando Paseo Colón. Poco antes de las 13hs los aviones comenzaron a lanzar toneladas de explosivos. Al mismo tiempo, comandos civiles ocuparon Radio Mitre y anunciaron la muerte de Perón. Además, proclamaron a través de la radio que se había instaurado un nuevo gobierno con miembros de las Fuerzas Armadas, el radicalismo, el socialismo y los conservadores.

Muchos de los transeúntes miraron pasar los aviones y no lograron refugiarse a tiempo. Laura tenía 20 años, viajaba en un trolebús por la Avenida Paseo Colón y estaba próxima a casarse: perdió una pierna durante el bombardeo. Natividad tenía 18 años, se encontraba en Plaza de Mayo ese día porque iba a presentarse a un trabajo en la Obra Social de Comercio: cuando vio los aviones creyó que lanzarían flores, perdió una pierna a causa del Bombardeo. Justo y su hermano Ángel trabajaban en el Puerto de Buenos Aires; Justo fue herido durante el Bombardeo y atendido en la Asistencia Pública, al recuperarse, volvió a Plaza de Mayo y vio cuando se llevaban a su hermano Ángel herido en una camioneta. No volvió a verlo más. Hasta hoy no ha podido saber qué ha sido de él. Además de la tremenda cantidad de víctimas mortales, más de 600 heridos colapsaron los hospitales de la ciudad.

Las primeras bombas cayeron a pocos metros de la Pirámide. Sobre la Casa Rosada cayeron en total 29 bombas, aunque solo explotaron seis. De los 308 muertos contabilizados, sólo 12 estaban dentro de la casa de gobierno. El ataque de los golpistas fue casi en su totalidad contra el pueblo. El presidente Perón intentó llamar a la calma, a que todos se resguardaran en casa, pero la CGT salió a la calle a defender al gobierno de los trabajadores. Fueron asesinados a balazos por quienes decían querer defender al pueblo. Por quienes se asumían libertadores y querían “cambiar” el modelo de país por uno que supuestamente sería mejor para todos. 

La “grieta” que divide esos dos modelos a veces es insalvable. Sobre todo cuando de un lado se dispara con metralletas al pueblo, cuando se bombardea la plaza de la Revolución. Quienes intentaron en junio ponerle fin al gobierno de los trabajadores, terminaron refugiados en Uruguay. Algunos, luego, participarían del golpe del ’76 (Massera, Montes y Suárez Mason, por ejemplo). Juan Domingo Perón habló esa noche para todo el pueblo de la patria. Encomió al ejército que logró defender la Plaza, oprobió la actitud de la Marina y se indignó ante su actitud de que “haya tirado a mansalva contra el pueblo, como si su rabia no se descargase sobre nosotros, los soldados que tenemos la obligación de pelear, sino sobre los humildes ciudadanos”. Además, llamó a la calma: “no podremos dejar de lamentar, como no podremos reparar, la cantidad de muertos y heridos que la infamia de estos hombres ha desatado sobre nuestra tierra de argentinos”, pero “como pueblo civilizado, no podemos tomar medidas que sean aconsejadas por la pasión, sino por la reflexión”; “la lucha debe ser entre soldados, no quiero que muera otro hombre más del pueblo”.

El llamado a la tranquilidad de Perón, a dejar en manos de la ley a los traidores, contrasta fuertemente con el accionar de los golpistas que, finalmente, triunfaron tres meses después. Cuando aquellos golpistas lograron su cometido en septiembre, instauraron la autoproclamada “Revolución Libertadora” que poco tiempo después prohibiría el peronismo y todo lo asociado a él: libros, revistas, imágenes… el sólo hecho de mencionar a Perón podía ser motivo de encarcelación. La “grieta” se fue ensanchando. El levantamiento pro-peronista de 1956 en José León Suárez fue desarticulado y condenado a muerte por fusil. Rodolfo Walsh, en 1969, escribiría que “fueron fusilados porque pretendieron hablar en nombre del pueblo: más específicamente, del peronismo y la clase trabajadora”.

El gobierno militar de la “Revolución Libertadora” presentó a los victimarios del bombardeo como héroes de la democracia y la civilidad. Con complicidad de los medios masivos de comunicación, se editaron y usaron los noticieros y filmaciones del bombardeo para responsabilizar a Perón por la masacre. Ese fue el discurso oficial durante décadas. Muchas víctimas del atentado contra el pueblo ocultaron el motivo de sus lesiones; el discurso oficial fue así de poderoso. Se necesitaron 50 años para que las víctimas fueran reconocidas como tales. Recién el 16 de junio de 2005, cuando Néstor Kirchner era presidente, se realizó un reconocimiento a las víctimas del bombardeo y sus familiares.

Hoy contamos con un informe detallado, realizado por el Archivo Nacional de la Memoria; sabemos la cantidad de muertos y reconocemos a los culpables de tal atrocidad. Sin embargo, la “grieta” aún se erige como un fantasma, atormentando al pueblo soberano que no logra fortalecer sus conquistas a través de gobiernos que lo representen.

 

En 2016. El Espacio Memoria y Derechos Humanos (Ex-ESMA) realizó este GIF informativo

Los trabajadores deciden el futuro del gremio

Como es habitual en las elecciones del SUTERH, los afiliados y afiliadas decidirán una vez más con su voto el futuro del sindicato. La cita por la democracia sindical es este sábado 10 de junio. Allí, la voluntad soberana de los trabajadores y trabajadoras de edificio tendrán la responsabilidad de determinar el futuro de nuestra organización gremial.

El sindicato tiene como principal objetivo el mayor bienestar de sus miembros. Siempre nos hemos conducido de modo de favorecer las condiciones laborales así como los intereses propios de nuestra comunicad. Por eso, desde la Secretaría Gremial hemos atendido y asesorado cada una de las cuestiones o problemas que han podido surgir, afectando el legítimo derecho de los trabajadores.

En estos cuatro años nuestra organización gremial se hizo más fuerte y más participativa, se renovaron las prestaciones médicas y se multiplicaron los servicios de prevención de salud (incluyendo un programa que acompaña y orienta a trabajadores y trabajadoras que viven situaciones de violencia intra-familiar). Hemos mejorado la oferta turística así como la recreativa, sin dejar de defender los beneficios laborales. Se han incrementado los salarios. El sindicato bregó por mantener el poder adquisitivo ante la devaluación y las prominentes subas sufridas tras el cambio de signo político a nivel nacional.

Una de nuestras mayores apuestas ha sido en el ámbito educativo. Creemos en el crecimiento personal así como en el ascenso social de nuestros miembros y sus familias. Nuestro Plan Escolar Solidario entregó más de 4000 netbooks desde 2014 a jóvenes que iniciaron el secundario en todo el país; además, se entregaron guardapolvos, útiles y libros de Nivel Primario y Medio.

Por lo demás, nuestro Centro de Formación Profesional crece como nunca desde su apertura en 1992. Más de 100.000 alumnos han egresado desde entonces, y pretendemos más. La carrera de Trabajador Integral de Edificios incorpora un 10% salarial según el Convenio Colectivo, pero lo más importante es que sus egresados alcanzan un bagaje actualizado de conocimientos para poner al servicio de su labor diario, así como al servicio de una creciente oferta laboral.

Asimismo, nuestros programas de perfeccionamiento también están vinculados con la dinámica y creciente industria cultural. Se han hecho intercambios con México y Canadá que demuestran el alto nivel de enseñanza que se imparte en nuestra institución. Algo que se puede materializar en las entregas de títulos que se han realizado por segundo año consecutivo en el Teatro Colón, centro mismo de la cultura bonaerense.

Nuestra Universidad, la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo alcanzó cuatro años de crecimiento ininterrumpido. Hoy ofrece 16 carreras en 6 facultades distintas, permitiendo el acceso a los estudios universitarios a todos por igual, a través de becas que garantizan la equidad para todos los que quieran estudiar. Podemos decir con orgullo que el año pasado se recibió nuestra primera camada de alumnos, que inicia una nueva etapa de vida en su rigor laboral profesional. De la misma manera, UMET inicia una nueva etapa en su vida académica.

Es de nuestro interés el crecimiento integral de los trabajadores y trabajadoras del SUTERH, permitiéndoles el acceso a una cultura que otros restringen con la intención de agigantar la brecha que divide al pueblo argentino.

Hay una realidad dura que ya nos golpea, la de unas políticas económicas que buscan hacer pagar a los trabajadores una recomposición estructural que pergeñaron los grandes empresarios. Desde siempre, lucharemos por las mejores condiciones laborales, así como lo hemos hecho; propulsando las mejoras salariales que permitan una vida digna para todos los asalariados. Nuestro crecimiento nace y se sustenta en los miles y miles de hombres y mujeres que integran orgullosamente nuestro sindicato decididos a defender y a luchar por sus derechos, sus conquistas, sus salarios y por su dignidad como trabajadores y trabajadoras de edificios con la misma fuerza y voluntad trasformadora del primer día. Sigamos creciendo juntos.

#NiUnaMenos – Por la equidad de género

Por tercer año consecutivo, hombres y mujeres llenarán las calles un 3 de junio para reclamar al Estado un mayor compromiso ante la violencia de género. Sin embargo, desde su primera convocatoria, en 2015, el número de femicidios no ha disminuido. Una mujer fue asesinada por ser mujer cada 37hs en 2015, cada 36hs en 2016 y los datos consignados este año podrían indicar una cifra aún mayor (se estima un femicidio cada 26hs).

A partir de la primera marcha, la Corte Suprema anunció que reuniría y sistematizaría los datos de los tribunales de todo el país. A partir de estos datos es que podemos conocer el descomunal número de víctimas. Los datos nos permiten reconocer la existencia de una violencia dirigida. Esa fue la primera consigna, la que sigue vigente: la visibilización de una violencia explícita hacia la mujer por su condición de ser mujer.

“Desde su primera convocatoria, en 2015, el número de femicidios no ha disminuido. El años pasado, una mujer fue asesinada por ser mujer cada 36hs.”

Los datos consignan que 6 de cada 10 mujeres soportan entre 6 y 10 años de maltrato físico y/o verbal. Además, el 88% de los femicidios se comete en un espacio privado y el 72% se lleva adelante en la vivienda compartida entre la víctima y el victimario. El reclamo al Estado tiene su fundamento: en el 25% de los casos, las víctimas habían realizado una denuncia previa, pero no obtuvieron la protección suficiente.

La complejidad del concepto nos permite abarcar múltiples facetas de esta violencia. En este tercer encuentro se pide la protección y contención integral de las mujeres víctimas de violencia, así como el cumplimiento de la ley de Educación Sexual Integral (ESI) como principal método de prevención y educación al respecto. Además, continúa el reclamo por la equiparación salarial entre hombres y mujeres (una brecha que alcanza el 27%).

Esta convocatoria también repudia la política represiva nacional que se ha puesto de manifiesto en múltiples ocasiones a lo largo del año, siendo las detenciones del Paro Internacional de Mujeres del día 8 de marzo el principal antecedente.

Sostienen también que la culpabilidad de la mujer sigue siendo más fácil de reconocer para las autoridades. Se amparan en la retención de la libertad de Milagro Sala, así como en el caso de Higui. Analía de Jesús (Higui) fue detenida y procesada en octubre del año pasado por apuñalar a un hombre en autodefensa, cuando se abalanzó junto a otros ocho hombres para violarla en el partido de San Miguel. Higui es mujer, pobre y lesbiana; su delito fue defenderse, ¿qué la diferencia de otros casos, en los que hombres (que han sido liberados) se defendieron de un robo?

La equidad entre el hombre y la mujer es un tema que aún está lejos de ser saldado. Por eso son importantes los encuentros que privilegian este tipo de reflexiones. El último 31 de mayo, en la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo (UMET), realizamos el “Primer Encuentro Sobre Equidad de Género y Empoderamiento de la Mujer Latinoamericana”.

Tete Coustarot condujo una jornada en la que participaron periodistas, políticos, abogadas y diversos artistas que reflexionaron acerca de la “Violencia de Género y Políticas Públicas en Argentina para Combatirla”, la “Equidad de Género de la Mujer en Argentina y Latinoamérica” en el ambiente laboral y  la “Equidad de Género en el Ámbito Legislativo, Político y Gremial en Argentina y Latinoamérica”. Las exposiciones estuvieron moderadas por Marta Dillon (periodista con orientación política y de temática de género), la Dra. Lina Anllo (abogada especialista en derecho penal) y Federica Pais (periodista y conductora de TV).

Como bien aclaró la intendente del partido bonaerense La Matanza, Verónica Magario: se pueden “hacer muchas leyes, pero desde el Estado debemos trabajar para parar la violencia de género y garantizar los derechos de todos”.

Algunas fotos del evento:

  

    

Discépolo: más vigente que nunca

Hace ya más de un siglo que nació Enrique Santos Discépolo, 116 años para ser exactos. Aún así, su compromiso se siente más vigente que nunca. Discépolo, aunque también era director de teatro y actor de cine, es conocido mayormente por sus tangos: Cambalache, Yira Yira, Qué vachaché, ¿Qué sapa señor? y Cafetín de Buenos Aires son los más recordados. Uno de ellos ha logrado traspasar las barreras del tiempo y la propia reinvención de la sociedad para establecerse como una creación artística atemporal: Cambalache.

En aquel emblemático tango conocimos al escepticismo con el que transitaba su vida en la Buenos Aires de mediados de la década del ’30. Discépolo dejó en claro que no solo los valores estaban en discusión, sino que el afano y las transas estaban a la orden del día. Claro, vivía los tiempos de la década infame, época en que los gobiernos “democráticos” asumían por fraude electoral. “Cambalache” refiere a ese modo de realizar un trueque con el fin de engañar al otro ¿de qué otro modo podría haberse referido Enrique a esos momentos aciagos de pérdida de valores democráticos?

Corría el año 1934, entonces Discépolo escribió que “el siglo veinte es un despliegue de maldad insolente, ya no hay quien lo niegue, vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos”. El escepticismo del letrista también se puede leer en Yira Yira (1929): “La indiferencia del mundo, que es sordo y es mudo, recién sentirás. Verás que todo es mentira, verás que nada es amor; que al mundo nada le importa (…) Aunque te quiebre la vida, aunque te muerda un dolor, no esperes nunca una ayuda, ni una mano, ni un favor”.

La llegada del peronismo cambiaría su modo de ver la vida. Sus tangos, algunos prohibidos por el uso excesivo del lunfardo y ciertas referencias “a la embriaguez o expresiones consideradas inmorales” (según rezaba una ley de la época que se derogó en 1949), viraron hacia expresiones más optimistas. Sin embargo, su participación activa en la Revolución Popular llegaría recién en 1951 cuando, por motivo de las futuras elecciones, el gobierno dispusiera un programa de radio titulado “Pienso y digo lo que pienso” en el que participaban personalidades de la cultura como Tita Merello, Luis Sandrini, Juan José Miguez y otros. En él, los personajes acudían a la radio a leer un libreto. Discépolo fue convocado también, pero decidió que debía reformar los guiones para aceptar la participación en el ciclo.

Enrique inventó, entonces, un interlocutor a quien hablarle en sus intervenciones radiales. A aquel interlocutor imaginario se propuso explicarle los beneficios de la reivindicación popular que esgrimía el peronismo. A él le hablaba cuando explicaba los logros del gobierno nacional y popular y su importancia para la consagración de la patria. Recién en su novena participación, se conocería a su interlocutor como “Mordisquito”. Mordisquito es el carnero de la oligarquía, el cipayo; es la representación del germen de antiperonista que empezaba a tomar forma en la Argentina de los años 50. Mordisquito es el retrato del gorila porteño.

“Hace años y años, esto tan importante y precioso, esto que hoy es una patria era realmente un club”, le explica Discépolo a Mordisquito.

En sus 39 apariciones en la radio, dejó monólogos que hoy están más vivos que nunca. En su primera participación del programa, Discepolín mostraba cómo había cambiado su modo de ver la política y discutía explícitamente al escepticismo porteño: “¡Claro que vamos a discutir! No es que ser porteño signifique, obligatoriamente, ser descreído o ser escéptico. ¡No! Pero nos tuvieron tan acostumbrados, durante tanto tiempo, a prometernos la chancha, los veinte, el rango, el organito y la pata de goma sin darnos siquiera la mitad de los veinte que, lógicamente, ya no creíamos más nada, y frente a cualquier plataforma contestábamos: «¡Bah, promesas!» ¡Pero eso de seguir negando las cosas por inercia o como postura, no! Sobre todo que lo que ellos nos prometieron ayer sin dárnoslo, se cumple hoy: llega un Gobierno que toma las promesas en serio y las realiza”.

Algunas de sus participaciones pasaron a la historia, como la conocida historia del Té de Ceilan. Esta representación de la crítica al gobierno nacional y popular por cerrar las puertas a ciertos productos que no eran indispensables puede reconocerse en los relatos no muy lejanos de hace pocos años: “¿Qué me vas a contar a mí? ¿A quién le llevás la contra? Antes no te importaba nada y ahora te importa todo. Y protestás ¿Y por qué protestás? ¡Ah, no hay té de Ceilán! Eso es tremendo. Mirá qué problema. Leche hay, leche sobra; tus hijos, que alguna vez miraban la nata por turno, ahora pueden irse a la escuela con la vaca puesta. ¡Pero no hay té de Ceilán! Y, según vos, no se puede vivir sin té de Ceilán. Te pasaste la vida tomando mate cocido, pero ahora me planteás un problema de Estado porque no hay té de Ceilán”. Impecable. Para pensar sobre la quita de impuestos a objetos suntuosos y la suba en la venta de automotores de lujo, ¿no?

El monólogo continuaba explicando las ventajas del peronismo sobre la capacidad de consumo del pueblo: “Cuando las colas se formaban no para tomar un ómnibus o comprar un pollo o depositar en la caja de ahorro, como ahora, sino para pedir angustiosamente un pedazo de carne en aquella vergonzante olla popular, o un empleo en una agencia de colocaciones que nunca lo daba, entonces vos veías pasar el desfile de los desesperados y no se te movía un pelo, no”. No solo subió el consumo en aquel entonces, también se incrementaron los puestos de trabajo y el trabajo independiente: “«Ahora uno llama a un electricista y, para colocar un enchufe miserable, te cobra quince pesos. ¡Yo no sé adónde vamos a parar!» A ningún lado. ¿Por qué? Si ahí está tu error. Es que ese enchufe miserable, como era miserable la situación de ese electricista, ya no lo son. No hay nada miserable ya. Todo ha adquirido dignidad”.

Como si hablara apenas hace 5 o 6 años, Discepolín graficaba la postura del gorila porteño: “La geografía de tus sentimientos terminaba en la avenida General Paz (…) ¿sabés lo que decís ahora?: «¡Ah, en Buenos Aires ya no se puede comer! Vas a cualquier restaurante y no hay mesa. Están repletos. Tenés que esperar turno. ¡Hasta para comer hay que hacer cola!» (…) Vas a la cosa chiquitita buscando un síntoma negativo dentro de esta inmensa prosperidad general, y el argumento se te vuelve en contra como un boomerang”.

Su compromiso con el peronismo le significó el rechazo de un sector social que antes se había sentido representado por él. Muchos contemporáneos lo hostigaron, relegándolo, abucheándolo. Se iban de los bares cuando él ingresaba y le enviaban por carta sus discos rotos o con excremento; lo insultaban por teléfono a toda hora. Discépolo estaba enfermo y esta situación agravó su estado. El 23 de diciembre de 1951, poco tiempo de conocerse la victoria de la formula peronista en las urnas, el prolífico y multifacético artista falleció a los 50 años de un ataque al corazón. Tras la victoria electoral, Perón declaró que se ganaron las elecciones gracias al voto femenino y a Mordisquito.

Enrique Santos Discépolo supo reconocer en su propio tiempo las ventajas del gobierno nacional y popular. Supo incorporar la idea de patria que debemos recuperar para ese porcentaje de la población que nos sigue mirando de reojo. Porque la solidaridad y el reconocimiento del otro en nuestra obligatoriedad de sentir lo mejor para todos es una deuda aún en muchos argentinos. Pero como dijo él, hace ya más de 65 años, al peronismo no lo sale a buscar nadie; llega cuando es necesario repartir un poco las riquezas para que no se las queden solo unos pocos, llega para acabar con la miseria. Así le explicó, una vez más y mejor que nadie, Enrique a Mordisquito: “Yo no lo inventé a Perón ni a Eva Perón ni a su doctrina. Los trajo, en su defensa, un pueblo a quien vos y los tuyos habían enterrado de un largo camino de miseria. Los trajo tu tremendo desprecio por las clases pobres a las que masacraste, desde Santa Cruz hasta lo de Vasena, porque pedía un mínimo respeto a su dignidad de hombres y un salario que los permitiera salvar a los suyos del hambre. Sí, del hambre y de la terrible promiscuidad de sus viviendas en las que tenían que hacinar lo mismo sus ansias que su asco (…) ¡Perón es tuyo! ¡Vos lo trajiste! ¡Y a Eva Perón también! Por tu inconducta. A mí lo único que me resta es agradecerte el bien enorme que sin querer le hiciste al país. Gracias te doy por él y por ella, por la Patria que los esperaba para iniciar su verdadera marcha hacia el porvenir que se merece. ¡A mi ya no me la podés contar, Mordisquito! Hasta otra vez, sí. Hasta otra vez

A 14 años de la asunción de Néstor Kirchner

Si hay una fecha que es sinónimo de patria, es la del 25 de mayo. Ningún argentino podría renegar u olvidar la importancia que tiene, tuvo y tendrá, para los designios de nuestro país. Sin un 25 de mayo, hace más de doscientos años, no podríamos hablar hoy de una patria que poner por delante de las individualidades. Porque la patria es el otro, siempre. Es el conjunto de la sociedad, es el espíritu de solidaridad que debemos anteponer siempre a los intereses propios, necesariamente espurios.

Un 25 de mayo, pero hace solo 14 años, se dio inicio a un nuevo período de reconocimiento de la patria como tal. Porque como escribí hace solo unos días, hubo dos grandes períodos de la historia en los que se logró llevar adelante una verdadera revolución cultural. El primero, tras la primera victoria de Perón en las elecciones de 1945; el segundo, tras la asunción de Néstor Carlos Kirchner el 25 de mayo de 2003.

“La patria es el otro, siempre. Es el espíritu de solidaridad que debemos anteponer siempre a los intereses propios”

Kirchner, quien asumió tras conseguir solo un 22,24% de los votos, ganaría las elecciones por la renuncia a su candidatura de quien atisbaba una derrota aún peor: Carlos Menem. Así, tras la crisis económica, social e institucional de 2001, que desembocó en la presidencia de Duhalde, Néstor se erigió como el nuevo presidente, uno que “no dejaría sus convicciones”, según prometió en la puerta de la Casa Rosada el día de su asunción.

El mandato de Néstor se vio acompañado por una renovación regional que surgió de la elección de presidentes que favorecieron al pueblo en toda Sudamérica: Lula en Brasil, Evo en Bolivia, Chávez en Venezuela, Tabaré Vázquez en Uruguay y Correa en Ecuador. Sería parte de un proceso histórico que significaría la reducción de la deuda externa y el pago al FMI, en lo que sería el primer paso a la Independencia Económica, bandera fundamental del peronismo.

“Con Néstor se dio un primer paso hacia la Independencia Económica, bandera fundamental del peronismo”

También se preocupó por reducir los niveles de pobreza y desempleo. Se crearon puestos de trabajo y se aumentaron los salarios y las jubilaciones. Se logró otorgar salarios dignos a los trabajadores de todo el país, fue una gran victoria para el pueblo argentino. Además, se incentivó la industria así como el turismo. La Soberanía Política fue entregada al pueblo, que ratificó la renovación cultural, social y económica en las urnas durante tres comicios consecutivos.

En cuanto a la Justicia Social, el gobierno de Néstor promovió los juicios de lesa humanidad de manera concreta, condenando represores y, de forma simbólica, bajando los cuadros de los presidentes “de facto”. El compromiso con los Derechos Humanos fue sincero y su pertinencia quedó confirmada en el acto convocado pocas semanas atrás, ante el terrible escándalo suscitado por el “2×1”.

Por eso y mucho más, Néstor Kirchner hoy debe ser recordado como se merece. Como un presidente que gobernó de verdad para todos los argentinos, imponiendo un modo de sentir la patria como debe ser entendida. Como una consigna a sostener con firmeza, ante el avance saqueador del monstruo imperialista hoy tan presente.

70 años de justicialismo en Argentina

Hoy se cumplen 70 años del nacimiento del Justicialismo en Argentina. El 23 de mayo de 1947, tras haber ganado las elecciones nacionales, Juan Domingo Perón anunció la disolución de los partidos que lo habían apoyado y su integración en el Partido Único de la Revolución. El partido cambiaría su nombre al redactarse su Carta Orgánica y elegirse sus autoridades, pasaría a conocerse como el Partido Peronista.

Tras la proscripción del peronismo en 1956, los intentos por reorganizar el movimiento se forjaron bajo la órbita del Justicialismo. El PJ consiguió personería jurídica en 1958, aunque luego le fue denegada. En 1964, Perón ordenó recrear el PJ para competir en las legislativas del 65, pero se terminó presentando como Unión Popular. Finalmente, en 1971, una ley de facto (la 19102) definió la prohibición de que los partidos tuviesen designaciones personales: el Partido Justicialista se volvió continuador del PP desde entonces.

Pero el peronismo sigue hoy más vigente que nunca. Sus valores se fortalecen: primero está la patria, después el movimiento y por último los hombres. Esos valores que estableció el primer peronismo fueron retomados con fuerza en los últimos años. Porque el peronismo tuvo dos grandes momentos, dos períodos (1946-55 y 2003-15) en los que logró establecer una revolución cultural.

Una revolución cultural es mucho más que construir una escuela o un hospital, que sacar una ley o vetar otra. La revolución cultural, la que logró estampar el peronismo en lo más hondo de nuestra identidad, es la interpretación verdadera de la voluntad popular, la del pueblo argentino.

Hoy más que nunca, debemos defender las banderas del peronismo: Justicia social, independencia económica y soberanía política. Las huellas del peronismo se resisten a ser borradas, pues ellas son fruto de la revolución que reconoció en el pueblo su dignidad; las ideas peronistas persisten en el tiempo. Al ser la base y el proyecto firmes, soportan los vaivenes de la historia, que es cruel con el pueblo y sus allegados. Las ideas superfluas, las conducciones antipopulares pueden tener sus triunfos, se amparan en esa triste consagración que tienen los poderosos, y pretenden arrasar al verdadero coloso que es el pueblo soberano. La unión es apremiante: la soberanía política no se renuncia, la independencia económica no se negocia y la justicia social es lo que nos debe representar siempre.

Recordemos las palabras de Perón: no puede haber nada mejor para un peronista que otro peronista, decía. Bregamos por la conciencia social, colectiva, para que todos aprendamos a poner por delante el bien del conjunto. Para un argentino, no puede haber nada mejor que otro argentino. Para eso tenemos que trabajar, en la unidad de todos.

Acerca de Victor Santa María

Secretario General del sindicato de los trabajadores y trabajadoras de edificios, presidente del club Sportivo Barracas, coordinador General del Grupo Octubre, dirigente del Partido Justicialista, vicepresidente del Consejo Económico y Social.

Grupo Octubre