Fue el último de los delegados personales de Perón. Un rango político nacido en el exilio, luego del golpe de 1955. Era el encargado de transmitir las directivas del General a las fuerzas políticas, gremiales y a los partidarios de su movimiento en la proscripción y la clandestinidad.
El primero fue John William Cooke , el único con carácter de heredero oficial de Perón en caso de morir, en alguno de los múltiples atentados sufridos en su periplo latinoamericano. A Cooke lo sucedieron el mayor Bernardo Alberte, Jerónimo Remorino, Jorge Daniel Paladino, y, finalmente Héctor José Cámpora.
Odontólogo de profesión y oriundo de San Andrés de Giles, desde muy joven se había sumado a las fuerzas del justicialismo y llegó a ocupar relevantes cargos públicos, entre ellos, el de presidente de la Cámara de Diputados de la Nación.
El nombramiento de Héctor J. Cámpora como delegado personal de Perón canceló el ciclo de Paladino que ya parecía jugar el rol de delegado del partido militar, a comienzos de los 70.
Al Tío Cámpora, como lo bautizaron rápidamente los jóvenes, le tocó una misión imposible. Ocupar el lugar de Perón, como candidato a presidente, ya que el general estaba proscripto por una trampa legal inventada en su retirada por la dictadura de Lanusse.
Un desafío inimaginable, para alguien sencillo y campechano como él, aunque el destino ya lo había inmortalizado, sin que lo supiera, en una de las fotos más bellas de la liturgia peronista, captada a través de la lente de Pinélides Fusco: el abrazo de Perón y Evita en el balcón de la Rosada, el 17 de Octubre de 1951, el último que la vería a ella en la Plaza de Mayo.
Pero, la decisión había sido del propio Perón. Una decisión meditada, como todas las que adoptaba el líder justicialista. A Cámpora lo conocía de naranjo, como gustaba decir, lo había recibido más de una vez en Puerta de Hierro, y valoraba su modo de ver las cosas, y su lealtad.
El 11 de marzo de 1973, la formula Cámpora- Solano Lima arrasó en los comicios, alcanzando un 49% de los votos (por lo menos así informaba el gobierno de facto). Los radicales, con buen tino, desistieron de ir a una segunda vuelta en las presidenciales.
Pero aquella era una Argentina, convulsionada, vertiginosa, devastada por los militares y sus socios civiles del patriciado y la oligarquía, a lo largo de 18 años. Un campo minado que fue terreno fértil para preparar el fatídico golpe del 24 de marzo de 1976.
Cámpora gobernó 49 días. Fue el presidente de Perón, quien al asumir su nuevo mandato no escatimó elogios al referirse a él, no solo agradeciendo y elogiando su gestión, sino su conducta leal y peronista de siempre y a prueba de todo y de todos.
Por eso, hoy cabe recordar y homenajear, a este patriota y gran presidente, que soportó los peores sacrificios sin claudicar su lealtad inquebrantable. A la memoria de Héctor J. Cámpora, 30° presidente constitucional de todos los argentinos.