Hace 205 años, en pleno proceso revolucionario, las autoridades regionales empezaban a marcar el rumbo al futuro de una provincia que había sido hasta hace poco cabeza de un Virreinato español. Las guerras por la soberanía habían ya concretado la independencia de Paraguay pero se mantenía la tensión en el Alto Perú. La Capitanía General de Chile aún estaba lejos de ser liberada por la obra estratega de San Martín, que hacía poco había llegado al país. En la Banda Oriental, Artigas proponía un tipo de gobierno menos centralizado de lo que se proponía Buenos Aires. En este contexto, el Triunvirato que regía entonces convocó a una Asamblea.
Las provincias patriotas enviaron sus diputados, incluso lo hizo Artigas, esperando aportar su visión pluralista y democrática a la misma. Fue el 31 de enero de 1813 que se iniciaron las sesiones. Notable y trascendental es que la jura de los diputados no se hizo a la fidelidad de Fernando VII (como sí se hizo en la creación del Primer Gobierno Patrio en 1810) sino que se declaró soberana. De aquel entonces que sobreviene en nuestra historia la necesidad de bregar por una soberanía política independiente de poderes extranjeros, que busque siempre lo mejor para su pueblo.
La Asamblea del año XIII ha pasado a la historia por sus pronunciamientos cruciales para la avanzada independentista. No sólo se encargó un himno patrio y la acuñación de monedas sin las imágenes monárquicas, también se creó el escudo nacional.
En el escudo nacional sobresale la aparición de un gorro frigio, símbolo de la libertad (los esclavos liberados en la antigua Roma eran condecorados con ese tipo de gorro rojo que indicaba que pasaban a ser “libertos”). La Asamblea declaró la libertad de vientres en todo el territorio; la esclavitud no se pudo abolir en aquel entonces ya que habría significado otra razón para la enemistad con el Brasil imperial. Igualmente, los hijos de esclavos serían libres a partir de 1813, terminando con una práctica milenaria de anquilosamiento social para aquellos más desprotegidos. Los hijos de esclavos, como sujetos libres, podrían verse favorecidos por la movilidad social propia del mundo moderno. El ejército, en tiempos de guerras, funcionó como el principal motor de esa movilidad.
A partir de la Asamblea, el 25 de mayo fue considerado fiesta patria. También se abolieron los títulos nobiliarios tradicionales españoles, ya no habría exención de impuestos ni beneficios para nadie. Además, se acabaron los regímenes de trabajos especiales para indígenas (mita, encomienda y yanaconazgo). Comenzaba a establecerse un régimen de igualdad en lo que luego de 50 años se convertiría en la República Argentina.
La Asamblea del Año XIII marcó el camino ideológico para el futuro de una nación libre y soberana, que se insertaba en el mundo de las revoluciones burguesas con ánimo de progreso. Las consignas marcadas por la Asamblea, si bien no alcanzaron para retener a la Banda Oriental (que constituiría a nuestra nación vecina, Uruguay), marcaron el camino hacia la independencia.
Como escribí hace poco, tres años más tarde se reuniría un Congreso en Tucumán. Ya establecido como tal, el Congreso se convertiría en la pata legislativa de una República en formación. Así como en el año 13, los representantes de las provincias continúan favoreciendo con su labor los intereses conjuntos del pueblo argentino. Difícil sería pensar que hoy, nuestros representantes no refrendan con sus acciones el pasado fundante de su legitimación. Hoy como siempre, debemos reconocer en nuestro Congreso a la representación máxima de nuestra nación, siempre actuando en nombre de su pueblo, de los trabajadores, los jóvenes y los ancianos como siempre ha sido en los valores del peronismo. Saludemos al presente esperando que se honre el pasado de tan alta institución.