Raúl Scalabrini Ortiz, quien bregó incansablemente por la nacionalización de los ferrocarriles argentinos, nació un día como hoy hace 120 años. Fue el 14 de febrero de 1898, en la ciudad de Corrientes. Hijo de Scalabrini (italiano) y Ortiz (de origen vasco), Raúl creció para convertirse en el ejemplo de la metáfora del “crisol de razas”. Amigo de Arturo Jauretche así como de Homero Manzi, Scalabrini Ortiz fue periodista y ensayista, a la vez que historiador, poeta y filósofo.
Las múltiples facetas artísticas y humanísticas se resumen en su ensayo sobre la personalidad del porteño en “El hombre que está solo y espera”, su obra más reconocida (de 1931). Convencido de que se defiende la virtud de la tierra o al capital extranjero, Scalabrini Ortiz se sumó al radicalismo luego del golpe de Estado que derrocó a Yrigoyen. Fue allí donde conoció a Jauretche, y fue por ello que –al principio- se mostró en contra de Perón.
En 1944, cuando escuchó hablar a Perón a favor de lndependencia Económica, se acercó al general para expresarle su preocupación por la nacionalización de los ferrocarriles. No se cansaría de luchar por la nacionalización hasta que Miranda (Presidente del IAPI) y Cereijo (Ministro de Hacienda) junto a otros funcionarios, firmaron la compra (en 1947) de los ferrocarriles a los ingleses.
Siempre preocupado por el interés de nuestro pueblo, supo explicar que para ser peronista no hay más que observar quiénes son sus adversarios. Algo parecido a lo que planteó Discepolín, Scalabrini Ortiz alguna vez explicó:
“Aquí no se trata de elegir entre Perón y el arcángel Miguel. Se trata de elegir entre Perón y Federico Pinedo. Todo lo que sea en contra de Perón fortalece a Pinedo y, por extensión, a la rancia oligarquía de este país”.
Resulta importante destacar un breve espacio a un pensador de tal magnitud, que renunció a la redacción de La Nación cuando vio que allí se apoyaba al golpe de Uriburu contra la nación. A partir de allí, solo participaría de publicaciones populares que no consiguieron la injerencia del gigante de Mitre. Recordamos una frase que dio a la revista Qué, poco antes de su muerte:
“El periodismo es quizás la más eficaz de las armas modernas que las naciones poderosas utilizan para dominar pacíficamente a los países más débiles. (…) Opera, no a través de sus opiniones, sino mediante el diestro empleo de la información pues sólo transfiere aquella parte de la realidad que conviene a los intereses que representa.”