Hoy los docentes de todo el país llamaron a un paro nacional de 24 horas. Repudian la represión sufrida el domingo pasado, cuando alrededor de las 20hs fueron atacados por la policía por intentar armar una escuela itinerante como protesta alternativa a los paros denunciados por el oficialismo por tener a “los alumnos de rehenes”. Algunos dirigentes coinciden que la represión tuvo como objetivo reprimir la palabra: “Que no se pueda debatir que el aumento ofrecido a los docentes está dos mil o tres mil pesos por debajo de la línea de pobreza”. De eso se trata este conflicto: de bajarles el sueldo a los docentes.
Los docentes son los que educan a nuestros hijos. Son aquellos que se ocupan de enseñarles a leer y a escribir, a hacer cuentas, a pensar. Ayudan a analizar la realidad, lo que pasa y cómo ser más justos. Los docentes los acompañan cuando comen, enseñan modales en la mesa y hasta muchas veces les explican cómo masticar. Son también los que se preocupan si están enfermos, si deben una visita al dentista y son también los que notan que deberían usar anteojos. Son pilares de nuestra sociedad no sólo en cuanto a su rol pedagógico, sino también por su labor social. Entonces ¿cómo se le puede pegar a un maestro?
Mucho se habla sobre la violencia dentro de las aulas. Que los alumnos no respetan a los docentes, que los padres se acercan a la escuela a agredir a los maestros de sus hijos e hijas. ¿Cómo no vamos a tener violencia en las aulas si el joven escolarizado (el niño, el padre) ve que el gobierno levanta la mano contra sus docentes? ¿Si circulan imágenes de educadores golpeados, apresados y lastimados por pretender, en una plaza, armar una escuela?
Desde el gobierno insisten en que golpear maestros en una plaza es “cumplir con la ley” y algunos medios reproducen el mensaje de que “no hay represión, solo se obedece una orden judicial”. Las palabras de Bullrich llamando al diálogo luego de justificar la represión a las maestras y maestros connotan un cinismo implacable. A los maestros no se les pega, y punto.