En el año 2016, haciendo gala de “la vuelta al mundo”, el Gobierno de Mauricio Macri retomó el sueño liberal nacido en los ‘90 de firmar un Acuerdo de Libre Comercio entre el MERCOSUR y la Unión Europea (UE). Tres años después, el 28 de junio de 2019, se anunciaba el fin de las deliberaciones del tratado que el Gobierno argentino presentó como un “pilar clave de la transformación productiva nacional”.
¿De qué tipo de transformación productiva estamos hablando, si las dos regiones son altamente asimétricas y concentran su comercio en sectores específicos? De hecho, el 70% de las exportaciones desde el MERCOSUR hacia la Unión Europea son alimentos, animales vivos y materias primas, mientras que solo un 25% son productos manufacturados, es decir, industriales. Como contraparte, el 90% de lo que se importa desde la Unión Europea son productos con alto valor agregado. Por lo tanto, establecer un acuerdo entre las partes solo podría llevar a una profundización de estas desigualdades. Y a ninguna transformación productiva.
En nuestra región, y especialmente en nuestro país, no necesitamos perpetuar un modelo agroexportador, extractivista y anticuado. Lo que necesitamos es poder avanzar en la diversificación del aparato productivo, con un mayor nivel de industrialización, para fabricar productos con cada vez mayor valor agregado. El tan esperado acuerdo MERCOSUR-UE sería un paso en la dirección contraria.
Además, no solo se consolidarían las desigualdades extrarregionales, sino que actuaría en detrimento de las relaciones comerciales con nuestro mayor socio: Brasil, quien tradicionalmente ha importado de Argentina productos industriales como las autopartes. Con la llegada irrestricta de productos industriales europeos al país lusófono, las manufacturas argentinas no tendrían futuro competitivo.
El camino que ha elegido la Argentina desde octubre de 2019 ha sido el del pragmatismo y la autonomía. Paulatinamente, y a pesar de las dificultades, se viene apostando por un relacionamiento externo diversificado, alrededor de agendas comunes en distintos niveles y con diferentes socios comerciales, con mayores simetrías. Atrás quedaron los años de discursos neoliberales y de “vuelta al mundo” poco criteriosa. Llegó el momento de construir un país que sepa moverse con inteligencia y practicidad, sin entrar en alineamientos automáticos e ideologizados, y sobre todo, priorizando el bienestar del pueblo argentino y sus trabajadores/as.