Sobrados ejemplos tenemos en la historia reciente de Latinoamérica de procesos judiciales que se ven empañados por las inconsistencias, por los absurdos y por una clara intencionalidad de perseguir a aquellos representantes de los intereses populares.
Sucedió con Evo Morales en Bolivia, con Lula Da Silva en Brasil, y ahora más cercano a nosotros con Cristina Fernández “.
Pero no pretendo aquí ahondar en la figura de Cristina, las manifestaciones a su favor, y en clara expresión del apoyo popular de las últimas semanas o siquiera en los hechos que la llevaron a tener que protagonizar dicho juicio, montado sobre un relato corporativo judicial inexplicable.
Si, considero oportuno expresar una reflexión acerca de la gravedad que implica para nuestra democracia la espectacularización mediática, la escenografía de un juicio que no pretende otra cosa que colocar a la figura de Cristina en el lugar de “culpable de todos los males ” a como de lugar. Lawfare puro y duro.
Es inadmisible que, a casi 40 años de la recuperación de la democracia, estemos discutiendo todavía los márgenes y límites de los poderes de la republica, acomodando el discurso, y fijando como slogan “el poder ejecutivo avasallando el poder judicial” – que parece solo aplicar cuando el gobierno defiende intereses populares y alienta la confrontación lógica contra los poderes concentrados de la derecha mas recalcitrante. Alguien a esta altura puede dudar, de la avanzada judicial organizada, contra la figura central de una persona que lidera un movimiento popular legitimo, y que desde esta modelo también podemos plantear la figura de la asociación ilícita para “cancelar” al peronismo, en definitiva para convertir a los Movimientos Sociales en peligrosos adversarios que necesariamente deben ser debilitados.
Es igual de preocupante el tratamiento que se está haciendo del caso, y cómo, lejos de priorizar la búsqueda de la verdad y de la justicia independiente, no se hace más que seguir proliferando los discursos que dividen entre “ellos” y “nosotros”, ahondando aún más la grieta que, a estas alturas, podría decir que es imposible de cerrar.
Nuevamente volvemos a hablar de una cacería mediática, política y judicial que reaviva nuestros peores temores y que poco nutren la discusión de cómo continuar construyendo un país mejor, mas justo, inclusivo, y por sobre todo donde volver a la centralidad del trabajo y el desarrollo como única bandera.
Porque la realidad, es que esto no se trata de una búsqueda de justicia genuina, sino que es con todas las letras un claro atentado contra aquél que se atreva a poner en jaque al poderío económico, a aquél que busque priorizar el bienestar de las mayorías por sobre los intereses de unos pocos. Lo que buscan es aleccionar, en demostrar que ellos tendrán la última palabra y que finalmente habrán cumplido su cometido.
Porque cuando la persecución política se disfraza de justicia, se habilita a poner en duda toda norma constitucional, con tal de ver caer aquello que repudian y ser dueños de la verdad. Pero la justicia real no se puede comprar ni maquillar, ni se puede subestimar el apoyo genuino de un pueblo a aquellos representantes que nunca los dejaron, ni los dejaran solos.
Mientras terminó de escribir estas líneas, aparece la noticia de intento de magnicidio de Cristina , justamente, quien me inspiró a plantear la editorial de este mes. No puedo más que advertir lo que estoy sintiendo en una mezcla de consternación, preocupación y enorme sentido de la responsabilidad frente al hecho más grave de los 40 años de historia de la democracia.
Volveré con una reflexión dedicada a este enorme, triste y conmovedor acontecimiento que marcará la historia de nuestro país. Ahora es tiempo de una profunda reflexión y apoyo a la compañera Cristina y a todos los que creemos en una Argentina grande, inclusiva , y justa para todos y todas.