El desafío mayúsculo que implica crear conciencia ambiental y no caer en la trampa del falso ambientalismo (o ir a los extremos de ambientalismo vs. desarrollo)

Las comunidades evolucionan una vez que evolucionan las personas que viven en ellas.
“Todos quieren cambiar el mundo, pero nadie piensa en cambiarse a sí mismo”, expresión reconocida a el escritor León Tolstói.

Entonces, para generar ese cambio, que impacte positivamente en el ambiente y el ecosistema que nos rodea, es necesario, primero, empezar por uno, tener la autoridad moral e intelectual a partir del ejemplo y no sólo desde un discurso empalagoso, trillado, para ser parte de un fenómeno comunicacional de moda.

Nuestro desafío como líderes, representantes de distintas organizaciones, no sólo debemos redoblar los esfuerzos, ser lo suficientemente autocríticos o asumir el compromiso para hacer frente a los desafíos ambientales, sino también tener la capacidad de comprometer a todos los actores sociales, trabajadores y referentes que forman parte de nuestro ecosistema.

Debemos involucrarnos y transformar realidades incluyendo el desafío de representar un liderazgo ambiental positivo y conducente. Los líderes ambientales son personas comprometidas entusiastas, que contagian y que, por sobre todo, se dedican a conocer la realidad ambiental de su entorno y a partir de ahí proponer soluciones y diseñar programas para generar conciencia ambiental positiva, integrada a los desafíos que nos impone el delicado equilibrio entre desarrollo – Producción – trabajo – impacto social – impacto ambiental .

Todo aquel que tiene a su cargo responsabilidades desde su trabajo y su entorno, deben adoptar conductas con la intención de impactar positivamente en el ambiente desde cada acción que realizan, para ello, debemos dotarlos de información, conocimientos y herramientas para resolver y promover el uso responsable y eficiente de todos los recursos con los que interactúan y utilizan en el día a día de sus vidas profesionales y personales.

Una huerta familiar, un programa de separación de residuos, el uso responsable del agua, hasta el diseño e implementación de políticas para reducir abruptamente el uso de la energia son propuestas frecuentes, que se sostienen si y solo si tomamos verdadera conciencia de la carencia real de estos recursos y el enorme costo de generación asociado y el impacto en el bolsillo de los ciudadanos y ciudadanas de a pie.

Hago referencia especial a la gestión del agua, de manera eficiente y sostenible. Si queremos agua, lo único que tenemos que hacer es abrir el grifo. Este impulso tan simple nos hace olvidar que es un bien tan necesario como limitado y cada día más costoso. Garantizar el futuro del agua pasa por conocer el volumen real del recurso hídrico, que consumimos a diario, la huella hídrica, y hacer una gestión más eficiente y sostenible en cada uno de nuestros entornos.

Impulsar el desarrollo sostenible requiere ir más allá del mero crecimiento económico centrado en el aumento de nivel de la actividad económica, porque exige, sobre todo lograr transformaciones en el sistema económico y social, mejoras cualitativas, trabajo digno, despliegue de potencialidades e, incluso abordar la democratización del poder y la participación social en la toma de decisiones.

El desafío de una sociedad sostenible consiste en promover el desarrollo pleno de la comunidad dentro de los límites ambientales de su territorio, lo que sugiere poner a la economía al servicio de la sociedad, y con ello, obtener un sistema económico ecoeficiente, favoreciendo la generación de empleo de calidad. Se trata, ni más ni menos, de evitar la sobreexplotación de los recursos naturales y de la infrautilización de los recursos laborales, integrando economía – medio ambiente con criterios de sostenibilidad.

Porque si pretendemos mirar hacia un futuro que tenga una posibilidad real de subsistencia para nuestra sociedad, sólo será posible si pensamos a largo plazo, con conciencia ecológica y, sobre todo, con respeto a nuestros ecosistemas. Sólo así podremos desarrollar economías fortalecidas, que integren la capacidad individual y colectiva de las personas con la sustentabilidad, como bien han sabido hacerlo nuestros antepasados, aprovechando al máximo cada uno de nuestros recursos, sin sobreexplotar sus capacidades.

El futuro de nuestra humanidad es verde, y es consciente y ya es tiempo de que nos sumemos al cambio.