Los discursos de odio y la violencia

Por las redes sociales circuló recientemente un video registrado en el palier de un edificio donde puede verse cómo un hombre joven golpea a una persona mayor de manera descontrolada. Sólo la intervención del encargado evitó que la situación tuviera consecuencias más graves.

Después se supo que el agresor vive en el edificio y que ya había tenido problemas con muchos vecinos. Incluso dos años atrás había agredido al propio encargado. Aquí no hubo ficción, sólo una cámara que captó el violento incidente mientras sucedía.

Hechos como este no son aislados. Estamos atravesando un momento cargado de tensiones que favorecen y alientan en algunos casos la resolución violenta de cualquier clase de conflictos. Desde hace unos años, comenzaron a difundirse discursos de odio que suelen crecer al calor del debilitamiento de valores y prácticas democráticas.

Discursos de odio son todos aquellos que procuren promover, incitar o legitimar la discriminación, la deshumanización y/o la violencia hacia una persona o un grupo de personas en función de la pertenencia de las mismas a un grupo religioso, étnico, nacional,
político, laboral, racial, de género o cualquier otra identidad social.

El resultado de algunas encuestas sobre este tema, como la que llevan adelante investigadores el CONICET, indica que más del 25% de la población de nuestro país es capaz de apoyar los discursos de odio, mientras un 17% sería indiferente y un 56,8% los
criticaría o desaprobaría.

Los discursos de odio que se reproducen en los medios de comunicación y redes sociales generan también violencia en la vida real. Ya sea cuando sus destinatarios son dirigentes políticos o sindicales o integrantes de un colectivo laboral o social determinado.

Los periodistas deberían estar atentos a los nuevos formatos en los que se expresa el odio, a la hora de informar y opinar públicamente. Lamentablemente muchas veces consagrados
comunicadores están al frente de la instalación de estas campañas de difamación. Los discursos de odio y las noticias falsas van de la mano ya que son generadas por usinas de poder que desinforman apelando a las emociones y con el objetivo de desestabilizar a las
democracias.

Un ejemplo de cómo actúan los discursos de odio lo encontramos en la figura de Cristina Fernández que ha sido objeto de vejaciones simbólicas por parte de los medios de comunicación, políticos de la oposición y manifestantes en el espacio público. Imágenes como la de la vicepresidenta colgada en una horca o enfrentando una guillotina y bolsas mortuorias con fotos y nombres de funcionarios del oficialismo buscan deslegitimar y estigmatizar a un determinado sector político.

Estas imágenes no sólo no fueron repudiadas, sino que también en muchos casos fueron alentadas y justificadas por medios y figuras políticas que encontraron en las redes un espacio de resonancia y difusión.

El director del Centro Ana Frank de la Argentina, Héctor Shalom, analizó el intento de magnicidio ocurrido contra la vicepresidenta Cristina Kirchner diciendo que hay que “analizar al discurso de odio como una incitación al acto de violencia porque, finalmente, vimos que alguien puso en acto aquello que otros construyeron”.

VÍCTOR SANTA MARÍA
Secretario General del SUTERH
Coordinador Grupo Octubre