Me acuerdo cuando hace unos años, en el salón Felipe Vallese de la CGT, tuvimos la oportunidad de honrar la cuestión Malvinas desde el movimiento de los trabajadores.
Me acuerdo cuando hace unos años, en el salón Felipe Vallese de la CGT, tuvimos la oportunidad de honrar la cuestión Malvinas desde el movimiento de los trabajadores. La Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas y un grupo de Veteranos de Guerra le pidió a Daniel Filmus, entonces ministro de Educación, que se incluyera la historia completa sobre las islas en la nueva Ley de Educación.
Y así sucedió. Casi como una continuidad natural de lo que alguna vez dijo Perón, décadas atrás, mucho antes de 1982, cuando encomendó a todos los trabajadores y en especial los dirigentes gremiales a organizarse, capacitarse y crecer para defender nuestros recursos naturales y estratégicos.
Son palabras más vigentes que nunca. La autoafirmación por Malvinas significa, hoy, lo que estamos dispuestos a hacer para proteger nuestra tierra, nuestra naturaleza, nuestro futuro.
Nuestra democracia tiene una deuda de reconocimiento histórico de los veteranos de esta guerra, como ha dicho alguna vez Francisco Pestanha en una conferencia. Es una reivindicación política, moral, que sigue pendiente. Los argentinos hemos reconocido a nuestros combatientes, ellos lo saben, pero muchas veces la cultura, el periodismo y círculos académicos permanecen desmalvinizados.
La dictadura cometió una barbaridad llevando a chicos a la guerra; haciendo un uso intempestivo de una causa, el orgullo nacional, para salvar el pellejo de la Junta. La guerra no fue un hito aislado, sino el desenlace de las relaciones desiguales entre nuestro país y el Reino Unido desde el siglo XVIII.
Ante tanto despojo, tanto salvajismo, la inclusión de la cuestión Malvinas en la Ley de Educación (un gran logro de los trabajadores), las acciones diplomáticas que ha adoptado la Presidenta ante la ONU y la solidaridad latinoamericana son reparos importantes; el comienzo para re-malvinizarnos. En el propio Suterh tenemos compañeros que han estado en las islas y nos vamos a encargar de reconocerles ese amor al país, las veces que sean necesarias.
Y no hablamos de un patrioterismo como el que tantas veces se ha escondido detrás de la vilmente aclamada “seguridad nacional”. Hablamos del sentido de la vitalidad histórica, de la misma geografía, de custodiar nuestro orgullo nacional, de honrar las vidas de los que murieron en las islas. Y del inexorable y pacífico desenlace: que las Malvinas han de ser argentinas.