Las jugadoras de fútbol hicieron grandes progresos desde que se celebró por primera vez el mundial femenino en 1991, sin embargo, la lucha por la igualdad continúa. Aunque falta mucho camino por recorrer, hoy a 128 años del primer encuentro internacional femenino en China, podemos decir que los primeros pasos ya fueron dados.
A diferencia de hoy que las mujeres desde muy jóvenes practican este deporte sin ser miradas con desaprobación social, hace 32 años ser jugadora profesional de fútbol no era una carrera prometedora. Se trataba de una profesión que no era considerada “correcta” y las disparidades entre los equipos masculinos y femeninos eran una realidad aún más profunda de la actual.
Las diferencias se manifestaban en casi todos los aspectos. Las mujeres concentraban en instalaciones de peor calidad que los equipos de hombres y contaban con peores medios de transportes que las trasladasen a los partidos, en muchos casos tuvieron que usar camisetas masculinas dado que no tenían uniformes propios y hasta era distinta la pelota, que debía ser más chica y ligera que la convencional porque se consideraba que ellas no podrían soportarla. Pero la mayor desigualdad era en el terreno financiero, ya que en muchos países se pagaba a los hombres en función de su éxito a lo largo de la temporada mientras que a las mujeres se les daba un salario inicial fijo de modo que sus ingresos fueran siempre menores.
“Nos alegramos de que las mujeres no sepan jugar al fútbol pero aunque supieran, siempre será inapropiado”, decían los titulares de la época y lo mismo sucedía con la cobertura mediática ya que históricamente, los deportes femeninos recibían solo el 4% de toda la cobertura a pesar de que las atletas femeninas representan el 40% de todos los participantes. Además, mientras que un tercio de los 24 equipos que compiten en la Copa Mundial Femenina están entrenados por mujeres, ninguno de los 32 equipos masculinos tiene una entrenadora.
Sin embargo, hoy podemos decir que la historia ha empezado a cambiar. El fútbol femenino es una disciplina que no ha para de crecer, no solo en el país con la semi profesionalización que se dio en 2019 sino a nivel internacional con la cantidad de espectadores que llenan estadios y la mayor difusión que permitió popularizar esta disciplina y motivó a las mujeres a que se animen a participar de ella. Sin ir más lejos, lo dejó claro el rating de la Televisión Pública que alcanzó un nuevo récord de audiencia con la transmisión del partido entre Argentina y Sudáfrica.
Fueron todos estos cambios, los que empezaron a formar una red de contención vinculada al ecosistema del fútbol que se reflejó en las instituciones y los clubes de Argentina, que empezaron a armar equipos femeninos pero también en las calles, como por ejemplo luego del triunfo de la Scaloneta, donde hasta las nenas inundaron las calles con las camisetas de Messi, el Dibu y manifestaron sus ganas de practicar este deporte.
Por todo esto podemos decir que hoy ya se ven los resultados del trabajo silencioso y militante del fútbol femenino. El camino que muchos equipos y jugadoras vienen construyendo en los últimos años permitió abrir lugares, potreros y que cada vez haya profesionales para recibirlas y formarlas. Este año, con ellas en la cancha y el púbico alentándolas con la canción “Muchachas” que expresa el amor por el equipo pero también la lucha por la igualdad aún pendiente, hasta pudimos ver como las jugadoras se convirtieron en referentes de miles de chicas que quieren patear una pelota y que se pueden imaginar jugando un Mundial porque sus ídolas ya lo están haciendo.
El fútbol es un mundo fascinante porque traspasa las barreras del deporte y da lugar a una escuela de aprendizaje. Es innegable su potencial como herramienta pedagógica porque desarrolla habilidades físicas pero también fomenta el trabajo en equipo y valores fundamentales como el respeto, el juego limpio y la perseverancia por eso es tan importante brindar igualdad de oportunidades y que las mujeres también tengan acceso a los beneficios que este deporte puede ofrecerles en su formación personal y educativa.
Así, con el trabajo conjunto del estado y las organizaciones deportivas será más facil crear un entorno inclusivo y respetuoso, donde la diversidad de género sea celebrada y donde cada individuo pueda expresarse libremente en el campo de juego. Se trata de un proceso complejo y prolongado pero que tiene como objetivo final allanar el camino hacia una sociedad más justa, igualitaria e inspirar a las jóvenes a que persigan sus sueños, a que crean en su potencial y a que se atrevan a conquistar nuevos espacios, rompiendo estereotipos y barreras.
Un gran ejemplo de esto es el convenio de cooperación firmado entre el Ministerio de Educación y la AFA, que busca crear un espacio para el fútbol femenino en todo el sistema educativo para que las mujeres sean formadas en iguales condiciones y se asegure la terminalidad de la educación obligatoria de todas y todos los deportistas.
Aún queda mucho por hacer. El fútbol femenino debe seguir creciendo y, para eso, necesitamos que todas nuestras jugadoras cuenten con un desarrollo integral, no solo en lo futbolístico sino también en lo humano. Es una disciplina que tiene una rica historia de superación y logros, pero es necesario que todos los protagonistas continúen comprometiéndose y sigan fomentado su impulso para que cada vez se pueda valorar más el talento, la pasión, el esfuerzo de las jugadoras y sembrar las semillas de una sociedad más igualitaria, respetuosa y empoderada.