La Declaración de la Independencia aquel 9 de julio de 1816 fue un paso más, trascendente, definitivo, para lograr la soberanía nacional que cimentaría el nacimiento de la Argentina. No fue sólo un reclamo territorial, sino una reivindicación cultural, política y económica que buscaba la prosperidad de un pueblo más allá de los designios de la monarquía española.
Desde ese Congreso de Tucumán hasta hoy, muchas veces han querido restaurar aquella dependencia política. Según el momento histórico, esos intentos tomaron la forma de fraude electoral, de golpes de estado, de cimbronazos financieros…
Reconocemos ese tipo de proyectos aún actualmente, en 2012, en algunas expresiones en Argentina y en otros países de América latina. Fue claro en el intento contra Correa en Ecuador; lo lograron en Honduras; es evidente en Bolivia; y lo tuvimos que lamentaren Paraguay hace pocos días.
La patria se hace todos los días y la Independencia no es un proceso acabado en julio de 1816. La debemos defender de lunes a lunes, en Argentina y todo el continente. Porque estamos aunados a un proyecto que va más allá de las divisiones geográficas. Y contemplamos ideales en común: justicia social, derechos humanos, autonomía económica, democracia, dignidad para nuestros pueblos. No pensamos sólo en una Argentina unida, queremos una Patria grande y latinoamericana, esa que supieron soñar juntosSimón Bolívar y José de San Martín.
Esos ideales se siguen fortaleciendo. Desde el Mercosur y la Unasur nos hacemos escuchar en todo el mundo; a través de nuestra Presidenta los argentinos alzamos nuestra voz contra los que claman mayor dependencia de los países centrales, de las recetas neoliberales, de las brújulas que deparan más deuda y hambre para los trabajadores.
Historia conocida; porque tenemos memoria. La Independencia se construye cotidianamente. Y con más fuerza, porque somos más y más los que sostenemos a esta Patria inclusiva, más justa, enorme.