A dos años del golpe en Brasil

El 31 de agosto de 2016 se concretó el denominado impeachment a la presidenta electa de Brasil, Dilma Rousseff. Luego de un proceso que demandó nueve meses, Dilma fue obligada a abandonar la presidencia de un país que la había reelegido para gobernar hasta fines de 2018.

No se trata de un hecho aislado en la política brasileña ni regional; constituye un eslabón más de la persecución a los líderes populares en latinoamérica y el primer paso para luego ir por el encarcelamiento del ex-presidente de Brasil, Lula Da Silva.

El 31 de agosto de 2016 se destituyó a un gobierno electo democráticamente por el pueblo brasileño y a 13 años de gobiernos populares comandados por el Partido de los Trabajadores.

América Latina vive un proceso de retroceso en materia de gobiernos populares. En algunos casos de forma democrática, en otros, por vías anti. La decisión de poner fin al gobierno del PT excede las acusaciones de malos manejos de la política fiscal durante la gestión de Dilma. Los grandes poderes de Brasil se encuentran en camino por desarmar todo aquello que los gobiernos de Lula y Dilma construyeron durante 13 años.

Como explica Dilma Rousseff, “el objetivo político del golpe es eliminar del PT de la faz de la tierra”. No sólo no eliminaron el PT, sino que hoy en día es el partido con más aceptación popular. Si las elecciones fueran hoy, Luiz Inácio Lula da Silva  ganaría con holgura la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Brasil

En su visita a la Argentina, la jurista Carol Proner, habló del proceso cuestionable e injusto que tiene preso hace más de 100 día al líder brasileño. Se trata de un proceso cuestionable en cuanto al uso de las pruebas y por su celeridad, es el más rápido del cual se tenga noción, que involucra a un político. La Corte Suprema se opuso a brindar en habeas corpus y no respetó la presunción de inocencia de Lula.

Lula está detenido por darle dignidad al pueblo de Brasil. Hoy su país sufre la mayor tasa de desempleo de su historia y tres millones de pobres. Una vez más, cuando el pueblo trabajador alcanzó el salario digno que le permitió pensar un futuro mejor, la justicia y sectores concentrados de la sociedad reaccionaron para acallar a quienes más lo necesitan.