La crítica situación de la educación pública en la actualidad invita a reflexionar sobre la importancia que tiene la misma para el desarrollo del país, la construcción del futuro que queremos y el progreso social.
La educación pública, gratuita y de calidad hoy está puesta en discusión. No se necesita ir explícitamente en contra o determinar el fin de su gratuidad para atentar contra estos principios. Basta desfinanciarla, abandonarla, para que las aulas de las instituciones educativas privadas se llenen cada vez más, en los casos en los que las familias puedan pagarlas; en los que no, significa la deserción de cientos de jóvenes que dejan los estudios. Basta recordar que hoy en día en la provincia de Buenos Aires hay 800 escuelas cerradas y sin clases, por problemas de infraestructura a los cuales no se les da prioridad. Sumado al incumplimiento de salarios dignos para lxs docentes (se estima que se encuentran en un 30% por debajo del promedio), cada vez estamos más de la educación pública de calidad a la cual aspiramos.
En el día de ayer conmemoramos un nuevo aniversario de la Noche de los Lápices y no podemos dejar de pensar en la importancia del movimiento estudiantil que lucha y defiende sus derechos y los de las generaciones futuras. El legado de los 10 estudiantes secundarios que fueron desaparecidxs el 16 de septiembre de 1976 en La Plata, está presente en cada uno de lxs que hoy salen a la calle y reclaman por una educación digna para todxs lxs argentinxs. El libro La Noche de los Lápices, escrito por María Seoane y Héctor Ruiz Núñez en 1986, relata esta historia en base a los testimonios de aquellos que lograron sobrevivir. En su memoria, cada 16 de septiembre se conmemora el Día de los derechos de los estudiantes secundarios.
La educación pública como sistema de inclusión está en peligro. La situación socioeconómica lleva a lxs estudiantes universitarixs a verse ante la necesidad de abandonar sus carreras para buscar trabajo y aportar económicamente a sus familias. La universidad como institución es la que más se ve afectada. Al aumento en los costos de su funcionamiento, producto de los aumentos en las tarifas, la devalución y la inflación, se suma el atraso y la subejecución de su presupuesto. Del presupuesto aprobado, sólo se ejecutó un 83%. El 17% restante corresponde a una deuda para con las universidades. Es un monto que deja de invertirse en programas de investigación, becas o inversiones en infraestructura.
Como corolario, días atrás se hizo pública la decisión de reducir el presupuesto de los ministerios (ahora secretarías) de Educación, Cultura, Ciencia y Tecnología y de la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia del Ministerio de Salud y Desarrollo Social, para aumentar el financiamiento a la Policía Federal, correspondiente al Ministerio de Seguridad. Si se realiza la comparación entre la deuda y el presupuesto universitario, en 2016 se pagaron en servicios de deuda el equivalente a 4,8 presupuestos universitarios; 3,6 en 2017 y probablemente sean 4 en 2018. Las prioridades del gobierno de Cambiemos saltan a la luz.
La educación es el camino más genuino de movilidad social y progreso, individual y colectivo. Es el camino para la salida de la pobreza y el desarrollo. Universidades como la de Hurlingham, la Arturo Jauretche, cuentan con altos porcentajes de su alumnado que son lxs primeros integrantes de sus familias en acceder a la universidad. Quienes las critican y las desfinancian, no sólo no conocen el honor que eso significa, sino que hipotecan su futuro y el de toda la sociedad argentina. Tal como expresó el expresidente de Uruguay, Pepe Mujica, “el puente entre este hoy y ese mañana que queremos tiene nombre y se llama educación”.