Nunca bajar los brazos

Agosto fue un mes movilizante para las Abuelas de Plaza de Mayo. La restitución de Marcos, el nieto 128; el festival por los 40 años de su trayectoria en la lucha por los derechos humanos; y, días atrás, el lamentable fallecimiento de una de sus fundadoras, María Isabel “Chicha” Chorobik de Mariani.

Su historia es nuestra historia. Sus alegrías son de todxs aquellxs que las acompañamos, las respetamos y las admiramos. Sus pérdidas nos duelen a todxs.

Las Abuelas de Plaza de Mayo, hoy reconocidas a nivel mundial por su lucha por los derechos humanos, comenzaron su camino 40 años atrás, en uno de los períodos más oscuros de nuestra historia. La dictadura militar, que tuvo lugar entre 1976 y 1983, desapareció a 30.000 personas. Jóvenes, adultxs, niñxs, madres embarazadas. Entre ellxs, 500 niñxs fueron apropiadxs y alejadxs de sus familias. Clara Anahí, nieta de Chicha, es una de esas niñas que perdió su identidad. Aún no se sabe dónde está, su familia la sigue buscando. Todxs la seguimos buscando.

Las Abuelas transitan desde entonces el camino por restituir la identidad de aquellos nietxs que nacieron en cautiverio o fueron apartados de sus familias legítimas, para hacer justicia por ellxs. Sus tareas de visibilización de crímenes organizados de secuestro de bebés, investigaciones propias, presentaciones judiciales, la promoción de acciones y normas en derechos humanos, destinadas a proteger a la niñez y el derecho a la identidad; son reconocidas a nivel nacional e internacional. El Banco Nacional de Datos Genéticos contiene los mapas genéticos de todas las familias con nietxs desaparecidos y es la principal herramienta propia que les permite llevar adelante las pruebas que le devuelven la identidad a esos chicxs, hoy adultxs.

Son madres y abuelas. Madres de una generación que luchó por sus ideales. Abuelas de 500 nietxs víctimas de políticas de Estado genocidas que lxs alejaron de sus madres y les robaron la identidad. La recuperación de cada nietx es una alegría para todxs. Es una búsqueda que se concreta, un paso de justicia.

Chicha era un ejemplo de esa lucha incansable. El 24 de noviembre de 1976, asesinaron a su nuera y secuestraron a su hijo y a Clara, su nieta de 3 meses. Allí 

comenzó su búsqueda. Una año después se enteró de la muerte de su hijo, pero nada la detuvo.

Nos deja la enseñanza de nunca bajar los brazos, “jamás permitir que se viole un derechos humano porque detrás vienen otros”, como expresó en una entrevista con Gerardo Szalkowicz. Tenemos la obligación de continuar su búsqueda y mantener viva la memoria para que todxs esxs nietxs puedan recuperar su identidad y algún día alcancemos la verdad y la justicia.