¿Existe la prensa independiente?

Hoy, que se conmemora a nivel mundial la importancia de una prensa independiente para el desarrollo normal de la democracia, me interesa reflexionar sobre esta relación. ¿Existe la prensa independiente? En una actualidad donde la sobreinformación está a la orden del día, los medios se muestran contradictorios al momento de exponer su visión de la realidad.

Encuentro una fuerte contradicción entre esta nueva era de la “posverdad” que se intenta imponer a través de los medios, con el escándalo que genera la existencia de medios de comunicación alineados detrás de una idea política. Por un lado, se pretende aceptar una nueva forma de comprender/construir la realidad como una construcción arbitraria (distinta a la “verdad” como tradicionalmente la entendíamos) y, por el otro, se recurre a una táctica reaccionaria que busca acallar la oposición por ser parte de una supuesta lógica de ocultamiento de la verdad.

Últimamente se puede ver cómo los medios proponen con mayor regularidad la idea de posverdad. Este concepto (elegido por el diccionario Oxford como “la palabra del año” en 2016) apunta a una nueva forma de otorgar credibilidad a las noticias por la empatía que estas puedan generar, o bien por las creencias personales del individuo. En este sentido, la “sobre-exposición” (el constante repiqueteo de notas en los medios y las redes sociales) condiciona al ciudadano para creer aquello que prefiere creer.

Este neologismo que están intentando imponer es un claro eufemismo del reconocimiento de la mentira de los funcionarios públicos y –también- de los medios de comunicación. Mientras se acata la idea de que esta manera de acceder a la credibilidad no está relacionada con la argumentación y el reconocimiento de lo real contra lo inventado, se impone una postura que implica que todos los integrantes del pueblo reconozcan que no se les dice la verdad todo el tiempo. Que se les miente.

Hoy buscan acallar la oposición por ser parte de una supuesta lógica de ocultamiento de la verdad

La existencia de medios de comunicación en función de un proyecto político (o, como los llaman, los “medios militantes”) es algo propio e intrínseco a la aparición de la prensa en todo el mundo. Desde su aparición en las ciudades, los diarios intentaron proponer un modo de entender la realidad así como un modo de accionar sobre ella.

Recordemos los orígenes de la prensa en nuestro país. Tiene que ver con las comunidades de inmigrantes que conformaron la fuerza de trabajo de un proyecto de nación que avanzaba hacia el “progreso” y se “insertaba en el mundo”. La comunidad italiana, la más grande (sobre todo en la ciudad de Buenos Aires), conformó periódicos que hacían circular los reclamos y las necesidades de esa comunidad obrera. Dentro de las publicaciones más vendidas de comienzos del siglo XX se encontraba la prensa obrera escrita en italiano para el trabajador inmigrante. ¿Por qué habría eso de cambiar hoy?

La instalación de la idea de posverdad busca naturalizar la mentira mientras construye una nueva manera de entender la verdad, casi como una cuestión de fe. Se cree con ceguedad en todo lo que se repite constantemente, sin sopesar argumentos o buscar fuentes. Proponer este modo de comprender la verdad como algo apolítico y no-partidario es desconocer una realidad que se nos impone inexorable: la de los medios en función de los intereses de la partidocracia.

Cuando comprendemos esto, valoramos la existencia de los distintos medios que bregan por una construcción identitaria en particular, por aquellos que proponen una mirada ideológica específica sobre la actualidad y el pasado. Entonces, resultan impresentables algunos medios instituidos como empresas que buscan solamente el crecimiento personal de su imperio. Ese tipo de medios que entienden la verdad como algo volátil, como un medio para alcanzar sus fines impurios típicos del empresariado más canalla, son los que peor le hacen al periodismo actual. Porque no hay detrás de ellos ideología, sino simplemente negociados.