El 1ero de mayo es un día de algarabía. Debe ser un día de festejo para todos los trabajadores. Es cierto que no siempre fue así, pero la costumbre hace al hecho así como a la ley.
La fecha se toma en conmemoración de los “mártires de Chicago”. El 1 de mayo de 1886, una gran masa obrera en Chicago, Estados Unidos, se unió para pedir la reducción de la jornada laboral. Los trabajadores y trabajadoras realizaban duras jornadas de 12 a 16hs diarias, el pedido por la reducción a 8hs fue brutalmente reprimido. Además, a los gestores del movimiento se los apresó y condenó a la horca en un juicio fraudulento.
En 1890, los trabajadores de todo el mundo decidieron reivindicar aquella lucha sumándose al pedido por las ocho horas. Argentina fue el único país en Latinoamérica que unió a sus trabajadores aquel día, a quienes se les descontó el día de pago. Pasaron los años y el primero de mayo siguió siendo un día de lucha. En 1909, la protesta de los obreros fue reprimida por el entonces jefe de la policía, Ramón Falcón, dando inicio a la “Semana Roja”: una huelga general de gran dimensión (pedían la jornada de 8hs, la igualdad salarial entre hombres y mujeres y la prohibición del trabajo infantil) que concluyó con la liberación de buena parte de los arrestados.
La unión de los trabajadores en esta fecha recién fue avalada en 1930 por el Estado, cuando Hipólito Yrigoyen instituyó el 1º de mayo como “fiesta del Trabajo en todo el territorio de la Nación”. Unos meses después, el golpe de Uriburu pondría en duda la realización de los festejos del año siguiente.
El primero de mayo es una fiesta si los derechos de los trabajadores son respetados
La verdadera fiesta de los trabajadores se empezó a vivir en 1947, a razón del primer festejo bajo el gobierno de Juan Domingo Perón. Entonces, la celebración se iniciaba con un discurso del secretario general de la CGT, seguido de Evita y luego por el presidente. Los trabajadores tenían motivos para celebrar: la ampliación de derechos sociales del gobierno peronista promovía condiciones dignas y justas para los trabajadores.
A partir de la proscripción del peronismo (a manos de la dictadura que se autoproclamó como “Libertadora”) las manifestaciones de los trabajadores volvieron a ser independientes del gobierno. Ya no había un gobierno que celebrase junto a los trabajadores su incansable labor. Después vendrían tiempos aciagos, ajustes y el “fin de la política” bajo la sombra del Onganiato y un retorno sin penas y olvidos que marcaría el paso a una nueva política netamente neo-liberal.
El fin del 2001 señalaría otro rumbo. Los trabajadores y trabajadoras salieron a la calle y pidieron por el fin del neoliberalismo, ese modelo económico que precisa de una ingente masa de desocupados para funcionar. Así, con la reactivación económica del 2003 de la mano de Néstor Kirchner, el país volvió a festejar con sus trabajadores. Se crearon miles de fuentes de trabajo y se incrementaron los salarios.
El primero de mayo es una fiesta cuando los derechos de los trabajadores son respetados. Cuando el gobierno quiere impulsar el desempleo, atacando las conquistas ganadas por los trabajadores y, con ellas, sus derechos, el primero de mayo es un día de lucha. Así lo fue en sus inicios y así lo marca su historia.