Por siempre Evita

Apenas ocho años bastaron para que el paso de María Eva Duarte por este mundo, transformada en Eva Perón, o simplemente Evita, dejara una huella profunda que, todavía hoy, a sesenta años de su muerte, surca los corazones de millones de argentinos y argentinas de todas las generaciones.

Apenas ocho años bastaron para que el paso de María Eva Duarte por este mundo, transformada en Eva Perón, o simplemente Evita, dejara una huella profunda que, todavía hoy, a sesenta años de su muerte, surca los corazones de millones de argentinos y argentinas de todas las generaciones. Su nombre ha trascendido las fronteras. Ríos de tinta se han escrito sobre ella. Libros de historia, ensayos, novelas. También películas, musicales, obras de teatro. Abordajes múltiples que siempre cabalgan entre el mito, la leyenda y la realidad. En vida llegó a ser la mujer más poderosa del país. Antes y después de su muerte fue venerada por el pueblo trabajador que nunca dejó de agradecerle su entrega y generosidad infinita.

La vida había comenzado para ella en 1919, en Los Toldos, provincia de Buenos Aires. Sin embargo, su historia, su verdadera historia, comenzó 25 años después. En enero de 1944 un terremoto destruyó la ciudad de San Juan, causando miles de muertos. El trágico suceso va a desencadenar el encuentro de dos destinos que hasta ese entonces habían recorrido caminos diferentes. Se conocieron en la colecta organizada para ayudar a los damnificados. Ella era una ascendente actriz de radioteatro. Él, un joven coronel, y figura relevante del gobierno militar instaurado en 4 de junio del año anterior. Desde la Secretaría de Trabajo y Previsiónllevaba adelante una tarea verdaderamente revolucionaria en favor de la clase trabajadora.

Su obra de reparación y ayuda social llegó prácticamente a todos los niños, ancianos, madres solteras y mujeres único sustento de familia de los sectores más humildes y postergados de la patria. Antes de morir Evita escribió Mi mensaje, un verdadero legado de sus convicciones y pensamiento político. De ahí rescatamos este párrafo: “Los dirigentes sindicales y las mujeres que son pueblo puro no pueden, no deben entregarse jamás a la oligarquía. Yo no hago cuestión de clases. Yo no auspicio la lucha de clases, pero el dilema nuestro es muy claro: la oligarquía que nos explotó miles de años en el mundo tratará siempre de vencernos”. Una sentencia que hoy parece tener más vigencia que nunca. Evita y su mensaje viven entre nosotros.*

* Extracto de mi nota publicada en el Nº2272 de la revista Caras y Caretas.