La población argentina de entre 15 y 29 años representa casi un cuarto de la población total, según el último censo (2010). En esa etapa se toman decisiones que condicionarán el presente y futuro de las personas en su desarrollo personal y posibilidades de inclusión social. En dicho momento es esencial la acumulación de recursos simbólicos y aprendizajes.
Entre los argentinos y argentinas contemplados en ese rango etario, el 40% realiza tareas de cuidado, principalmente de niños y niñas. Éstas incluyen aquellas actividades que buscan responder a los requerimientos tanto físicos como emocionales de niños y adultos dependientes. Ante la ausencia de políticas estatales que tomen a su cargo el rol familiar en esta aspecto, dicha responsabilidad impacta de forma negativa en las posibilidades de aprendizaje e inserción laboral de quienes las realizan.
Las consecuencias se reflejan en que uno de cada tres jóvenes que tiene tareas de cuidado abandona sus estudios o trabajos, o debe trabajar menos horas. Ambos ámbitos son considerados esenciales para la inclusión social y el desarrollo de la ciudadanía. Eso conlleva que quienes realizan tareas de cuidado, enfrenten dificultades a la hora de la inclusión social en la vida adulta.
Este factor incide de forma diferenciada en contextos de mayor o menor desigualdad, al igual que varía dependiendo el género. Ambas variables conjugadas dan con el grupo poblacional más afectado a la hora de la inserción laboral y desarrollo del aprendizaje: las mujeres de hogares de bajos ingresos. El 24% de los varones jóvenes realiza actividades de cuidado frente al 48% en el caso de las mujeres. En Argentina una de cada seis mujeres tiene su primer hijo antes de los 19 años, el 70% de ellas pertenece a hogares de bajos ingresos. Este condicionante representa una imposibilidad mayor para continuar sus estudios y trabajar, limitando su autonomía.
A estos factores estructurales se suma la ausencia estatal y la debilidad de políticas públicas que tomen a su cargo el cuidado que hoy en día absorben las familias. Los regímenes de licencias, transferencias económicas o centros de primera infancia son algunos de ellos, pero se presentan con restricciones o escasez de vacantes. Por otra parte, no se puede dejar de mencionar que entre los jóvenes asalariados que tienen hijos, el 44,8% trabaja en condiciones de informalidad. Esto los deja por fuera de la posibilidad de acceder a derechos como el régimen de licencias remunerado.
La ausencia de políticas estatales que desfamiliaricen los cuidados aumenta la brecha social entre las familias de origen. Aquellas que se presentan en posibilidad de contratar servicios al efecto o ayuda doméstica no ven de forma tan frecuente en riesgo la posibilidad de continuar con sus trabajos o estudios, como sí aquellos que no cuentan con los recursos y deben optar por caminos que los alejan de la inserción laboral y la inclusión social. Así, el sistema actual fomenta la reproducción de la pobreza al supeditar la resolución de las situaciones a los recursos con los que se cuente en la familia.
En línea con lo antes descripto, en nuestro país, el 70% de los jóvenes que tienen hijos no estudia o debe abandonar sus estudios para realizar las tareas de cuidado. Conscientes de eso, y de la importancia de la educación superior de los y las jóvenes para alcanzar inserciones calificadas en el mundo laboral, en el Grupo Octubre, contamos con un proyecto de desarrollo del Espacio Pedagógico de Primera Infancia orientado a los y las estudiantes de la Universidad Metropolitana para la Educación y el Trabajo y del Instituto Superior Octubre. Allí, podrán dejar a sus hijos de entre 45 días y 2 años, al cuidado de maestras especializadas, mientras realizan su cursada, durante una amplia franja horaria. El proyecto prevé dos sedes en Ciudad Autónoma de Buenos Aires a abrirse en los próximos meses.
La etapa de transición a la vida adulta constituye un momento clave en la conformación de las identidades de los y las jóvenes. La decisiones adoptadas en dicho momento, al igual que las situaciones a las que se deban enfrentar y los contextos sociales y económicos, son determinantes del desarrollo de las capacidades y de la posibilidad mayor o menor de su inserción social y laboral. Un Estado presente e instituciones cercanas que los contengan son indispensables. Los jóvenes de hoy son quienes llevarán las riendas de nuestro país en el mañana. Acompañarlos en esa etapa es responsabilidad de todos y todas.